Por Lourdes Carrascosa Bargados
Paseando cada mañana calles, plazas y parques de nuestro Puertollano, no dejo de sorprenderme de lo que veo.
Cierto es que nuestros políticos municipales deben hacer un mayor esfuerzo para que la ciudad ofrezca una mejor imagen, pero nosotros, los habitantes, tenemos que cambiar muchos de nuestros malos hábitos.
Antes era sábados y domingos por la mañana, ahora, casi a diario podemos descubrir el mismo paisaje en el Pozo Norte, en las Pocitas del Prior o el llamado Caminillo.
Bancos, muretes, bajo un árbol, o en cualquier rincón, todo lleno de bolsas de plástico, con desperdicios, a su alrededor botellas de cristal o de plástico, vacías o medio llenas, botes de bebidas, trozos de restos de comidas, pipas, bolsas de chucherías e incluso preservativos.
En los alrededores del estanque, que pocas veces ha tenido agua, cerca del cerrado Museo de la Minería, mismo espectáculo de basura.
Lo curioso es que las papeleras están con sus correspondientes bolsas, pero sin contenido y la suciedad anda por los suelos. Bueno, las papeleras que quedan, porque, aunque todavía no está considerado deporte olímpico, el arrancarlas a patadas, junto con las tablas de los bancos o cualquier otro mobiliario urbano pagado con el sudor de todos los ciudadanos, está a la orden del día.
Si cambiamos el recorrido y nos vamos a la salida hacia Ciudad Real, en la calle que se acondicionó para mantener la Cañada Real, además del deterioro de todo lo hecho, con el supuesto abrevadero lleno de piedras arrancadas del suelo, sin grifo, ni agua, sacados de sus lugares los tubos del riego por goteo, levantados los suelos y encima lleno siempre de desperdicios de cajas de hamburguesas, sobres de salsas, paquetes de patatas, botes de bebida y todo tipo de basura. En una ocasión he visto un par de sanitarios tirados en la acera y que permanecieron allí tiempo.
La verdad es que da igual el lugar de nuestra ciudad por el que te muevas, ya que bancos, esquinas, escaleras, alcorques de árboles, entradas de establecimientos cerrados, cualquier lugar es bueno para dejar porquerías y, por supuesto, también las cacas de los perros, animales que no tienen ninguna culpa de que sus dueños sean maleducados y poco respetuosos con sus convecinos, que tienen que ir sorteando por los suelos los “regalitos” de su mascota.
Está muy bien ese cartel del perrito que anuncia la posible sanción, pero creo que hay que implicarse mas en sancionar.
No puede ser que nuestra ciudad presenta cada mañana esa imagen de mugre y dejadez.
Decía mi madre que “no es más limpio, el que más limpia, sino el que menos ensucia”. Todo no es limpiar, también hay que recordar a nuestros vecinos que la calle es de todos y hay que respetarla y cuidarla, buscando vías para sancionar el incivismo y la falta de respeto a los demás, sea con cargas económicas, aunque muchas veces se paga y se olvida, o habrá que tratar de encontrar fórmulas más ejemplarizantes, quizás trabajos en beneficio de la comunidad, para que los que no cumplen no conviertan nuestra ciudad un basurero.
No hay dinero para que cada uno tengamos detrás una persona para limpiar lo que vamos dejando, por lo que tal vez, aprender, limpiando lo que otros ensucian, pueda ser buena fórmula para el aprendizaje de personas irresponsables.
Dejemos la limpieza y pasemos al ruido.
Verano, noches tórridas, ventanas abiertas y a cualquier hora pasan coches de esos que parecen bombas de ruido, con su música a toda pastilla y su sonido atronador. Es un hecho que existe una prohibición en el código de circulación, pero no dejo de escuchar, de día y de noche, el paso de estos coches por las calles de Puertollano y las motos, que parecen estar corriendo en el circuito de Jerez y con un ruido atroz.
La OMS nos indica que todo sonido que supere los 65 decibelios durante el día y los 55 por la noche, afecta a la salud, pero no parece que la salud de los vecinos sea importante.
Y qué decir de la falta de respeto a los pasos de peatones y a los colores de los semáforos. Hay lugares en nuestra ciudad donde cada vez que cruzas de un lado a otro de la carretera, te juegas el tipo. Coches que aceleran con el ámbar del semáforo, o directamente se saltan el rojo, sin importar que los viandantes que atraviesas el paso, sean mayores con problemas de movilidad, niños, sillas de ruedas.
Podría pararme a comentar muchas más conductas inadecuadas que se observan, pero me quedo con una reflexión.
Si las ciudades, sus monumentos, mobiliarios urbanos, zonas verdes, calles y plazas no son objeto del respeto y cuidado de sus habitantes, habrá que hacer algo para no tener la sensación de vivir en medio de un estercolero y en una ciudad sin ley.