Por Lourdes Carrascosa Bargados
Aunque no somos conscientes de ello, los personajes que hoy sirven de referencia para miles de personas, son gente cuyo valor se mide en función de los likes que reciben, de los seguidores que tienen por actividades “socialmente tan fundamentales” como contarnos lo que hacen cada minuto de su día, hablarnos de las personas con las que comparten su cama, mostrarnos la ropa con la que se visten cada mañana o los productos que utilizan para mantener el cuerpo musculoso y la cara de eternos veinte años.
Cualquiera de ellas “trascendentales” para un mundo con varias guerras crueles, diferencias económicas entre países ricos y pobres que no evolucionan, valores que vamos perdiendo, medio ambiente que no respetamos, mafias que trafican con seres humanos y miles de otros asuntos a los que no se vislumbra solución, ya que fundamentalmente, no hay gran interés en resolverlos.
Entre tanto tema importante, mucha gente se dedica a gastar su tiempo en aspectos banales y superficiales, pero de esa manera tenemos hoy nuestra sociedad. Una falta profunda de valores, unos intereses culturales completamente superficiales y basados fundamentalmente en el tener y mostrar a los demás lo que poseo y una inmensa falta de deseo por mejorar, salvo por algunos idealistas que todavía quedan, no considerando entre ellos a aquellos que han sido manipulados por ideologías con fines partidistas.
Dejando de lado estas figuras que hoy se han convertido por amor a las redes sociales en los más imitados, existen en el mundo personas que no parecen ser de utilidad para nadie, pero que realizan tareas magnificas sin ninguna valoración.
Me pararé hoy en una mujer a la que llevo un tiempo sin ver por las calles de nuestra ciudad, puede que el paso de los años ya le haya pasado factura. Seguramente te habrás cruzado con ella en miles de ocasiones, pero, quizás no le has prestado demasiada atención.
Descubrí una mañana a esta mujer, entonces ya mayor, bajita, vestida con ropas sencillas, cubiertas en muchas ocasiones por un delantal con sus correspondientes bolsillos, su pelo rizado, enfundados sus pies deformados, supongo por la artrosis, en unas anchas zapatillas, armada con su carrito de la compra y ese curioso toque coqueto de sus labios pintados de carmín rojo.
Camina por las calles de Puertollano en cualquier estación del año, llueva, o haga un sol de justicia, ya que para ella su tarea es fundamental.
Su carrito de la compra va cargado de pienso para los gatos, alpiste y trozos de pan para los pájaros, bandejas de plástico y botellas de agua. Todos esos tesoros los va depositando en diferentes lugares del centro de la ciudad, incansable al desaliento e incluso a los criticas de muchas personas que piensan que ensucia nuestras calles.
Preguntando me dicen que su nombre es Dora, que está casada y tiene hijos, pero que considera una responsabilidad personal el cuidado de todos esos animales, que personas con menos corazón abandonan en la calle.
Sus trocitos partidos de pan y sus bandejas de agua, son la salvación de muchos gorriones y otros tipos de pájaros, cuando los tórridos calores del verano o en los días fríos de invierno.
Las colonias de gatos, que algunos inhumanos abandonan en la calle, son alimentados cada día por esta mujer incansable, que gasta sus energías, ya cada día más mermadas por la edad ocupando su tiempo en esos seres vivos a los que no solemos dar valor.
Es muy probable que nadie se fije en ella, incluso algunos puedan pensar ¡Vaya loca! Su día no está lleno de gente que le dice me gusta a lo que hace, pero es una persona fiel a un compromiso que seguro que ha establecido con ella misma y con sus principios relativos al cuidado de los más indefensos seres vivos y eso para ella es un valor y una gran responsabilidad.
Nuestro egoísta y vacío mundo, necesita más gente como ella, que pueden ser un gran ejemplo para estos jóvenes sin más metas que mirarse el ombligo, que están siendo legión en nuestra sociedad.
Por suerte todavía existen personas sin importancia que hacen cosas muy importantes aunque a muchos no les interese y miren para otro lado.
Con muchas personas como Dora, nuestro mundo sería un lugar mejor.