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Por Lourdes Carrascosa Bargados

 

Cuando llegan estas fechas ya se ha instalado en Puertollano la tradicional Feria del Libro, lo que para los que somos amantes del papel, la tinta y las historias, resulta gratificante.

Vaya desde aquí mi agradecimiento a Javier Flores Corchero, de Editorial Puertollano, organizador de la Feria, a librerías, editores, escritores, Ayuntamiento y, por supuesto, a los lectores que dan vida al acontecimiento.

Y un homenaje especial para los dos autores que, para mí, son los grandes de nuestra ciudad (sin ninguna intención de desmerecer a los demás) pero considerando que ellos dos juegan en la sección especial y que son, por orden alfabético para igualarlos en la mención, Eduardo Egido y Manuel Valero. De ambos disfruto enormemente con todo lo que escriben, teniendo ahora un libro de cada uno en mi mesilla, deleitándome con su lectura: la Biografía de Benito Ruiz García y Un largo pórtico, buenas elecciones para quienes no sepan que comprar en esta Feria.

El libro ha formado parte de mi vida desde pequeña, nació conmigo. Tengo recuerdos de mi infancia madrileña en los autobuses o el metro con mis padres y un cuento entre las manos. En el cerebro se suceden escenas: de niña sentada en el suelo rodeada de tebeos, de los que ya no es costumbre, pero entonces, tiempos más difíciles en lo económico, íbamos a intercambiar los leídos por otros sin leer en un establecimiento que se dedicaba solo a ese cambio de tebeos y novelas, entonces de las románticas de chicas o del Coyote y guerras de los chicos. Me cuentan que lo mismo sucedía en Puertollano con el kiosco de Paulino en el Paseo de San Gregorio. En esos tiempos de los años sesenta, aunque todos leíamos de todo, no había igualdad en lo que nos compraban o cambiábamos. Yo leía los tebeos de hadas, Lily, Florita, el TBO, Pumby y mis hermanos Roberto Alcázar y Pedrín, el Capitán Trueno, Mortadelo y Filemón.

Otra escena es acostada en mi cama leyendo mis primeros libros, algunos de los cuales conservo todavía: Platero y yo, Corazón, Ivanhoe, Sissi y sus diversas aventuras en los libros de la colección Historias, que tenían lectura y hojas con dibujos representando lo que sucedía entre sus páginas.

He vivido también la época en la que causaron furor las fotonovelas, historias de amor en fotografías y con bocadillos, como los tebeos donde se sufrían tragedias amorosas, que generalmente terminaban bien. Era una forma en papel, de las famosas novelas que entonces nuestras madres escuchaban en las emisoras de radio y algo similar a las novelas y series actuales de las plataformas.

En mi Colegio de Madrid, Senara, del que guardo unos maravillosos recuerdos, había un lugar para mi mágico, y al que me volvía loca por ir, la Biblioteca. Era costumbre que cada semana nos daban un préstamo de la biblioteca, un libro para leer. Que tardes tan magnificas con las historias de Enid Blyton con los Cinco o los Siete secretos, o mis primeras aproximaciones a Julio Verne, a las hermanas Bronté, con sus inolvidables Mujercitas, Jane Eyre, Cumbres Borrascosas o Agnes Grey. Además, tantos otros autores, que fueron inoculando en mi la pasión por la lectura, junto a  Dña. Concha, de la que ya hablé en otro artículo, la vecina que me prestaba libros, que aparece en mis recuerdos literarios.

Leer es siempre una aventura, la posibilidad de vivir otras vidas desde el confortable sillón de tu casa, conocer la historia, los países, la psicología de ciertas personas, otros modos y costumbres, las emociones, los sentimientos, las dificultades y luchas de la vida, contadas por la mano experta de un hombre o mujer que nos permite con sus palabras disfrutar. Y no es fácil ser capaz de expresar de modo adecuado lo que uno tiene en la cabeza, para que otro, desde su visión personal, haga una interpretación e incluso un juicio.

Escribir es un arte, que se puede entrenar y mejorar, pero que tiene que proceder de una necesidad interior, que se resuelve cuando las palabras están en el papel. Los escritores se tienen que desnudar para llegar a la piel de los lectores.

Los editores son personas muy atrevidas por poner en juego su dinero y tiempo para que tengamos a nuestro alcance lo que los autores necesitan publicar y sacar a la luz.

Los lectores necesitamos ponernos a través del texto en los protagonistas, con la capacidad de emocionarnos y sentirnos proyectados en ellos o ellas.

En este momento social en el que todo es optar por la tecnología, cosa que acepto y comparto, reivindico el papel del libro, de su importancia para el crecimiento de nuestra mente, el mantenimiento de nuestra lucidez, como ejercitador de emociones, camino de relaciones personales y medio de enseñanza autodidacta.

Solo una sociedad que lee, será madura para enfrentar el futuro.