Por Lourdes Carrascosa Bargados
“Tener a una madre es como tener siempre la manta para el frio, el paraguas para la lluvia, el pan para el hambre y la cura para la herida”
Cuando yo era una niña, el día de la madre se celebraba el ocho de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. Era una fecha que ya anticipaba las celebraciones navideñas que tendríamos en ese mes. Con los tiempos cambian fechas, costumbres y ahora la celebración es el primer domingo de mayo.
El valor de una madre, su papel e importancia en nuestra vida, solo se hace patente cuando la hemos perdido y nos deja un agujero de orfandad difícil de llenar. Los humanos, por desgracia, somos demasiado dados a valorar las cosas cuando ya no las tenemos y, por contra, solemos restarles importancia cuando están a nuestro alcance.
Definir el papel de una madre es complicado, dada la cantidad de funciones que ocupa. Una madre es ese abrazo que necesitamos, aunque no lo pidamos; esa palabra de aliento cuando todos parecen habernos abandonado; es un plato de comida en la mesa en un día negativo; un juego de infancia; el olor a jabón o a colonia que te acerca a su recuerdo.
Entre la niebla de mis imágenes de infancia está una jarra antigua. Mi madre la llenaba de agua de limón y la tapaba con un pañuelo de puntillas. Algo tenía de milagrosa esa agua, que, como la de los masajistas en los partidos de fútbol, mejoraba la fiebre, el dolor de tripa u otros males, incluido el llanto. Evidentemente ahora pienso que el valor no estaba en el producto, ni tampoco en la jarra, era la presencia y comportamiento de mi madre dando consuelo.
Quién no atesora en su memoria ese paño húmedo que colocaba en nuestra frente cuando subía la fiebre y nos acariciaba al tiempo que refrescaba nuestra temperatura.
Las madres están ahí cada día y no les damos importancia. Nadie les ha enseñado muchas de las tareas que tienen que realizar, pero saben exactamente qué, cómo, y cuándo deben hacerlas.
Al pasar de tener madre a ser madre, comienzas a entender. Explicar la emoción que se siente cuando notas por primera vez a tu bebe en la tripa parece simple, pero desde ese instante sabes que estarás para lo que necesite siempre, porque es una parte de ti y, aunque no haya nacido ya estás preocupada por cómo será, si vendrá bien y el miedo que te produce el no saber si serás capaz de sacarlo adelante.
Viene luego el momento siempre complicado de traerlo al mundo, que por mucho que lo queramos mejorar, es una preocupación, un temor, aunque como se dice, todo se olvida al ver la cara de ese bebe que acaba de llegar a la vida.
Algo se produce en las mujeres cuando tienen a su hijo. Podemos llamarlo instinto materno, aunque cada vez estamos más seguros los psicólogos que es también instinto paterno que pueden desarrollar los padres cuando se encargan, como sucede ahora con más frecuencia cada vez, del cuidado y la crianza de los hijos.
El caso es que la madre se despierta unos minutos antes de que el bebé comience a llorar; tiene una sincronización perfecta con el hijo, es entrar por la puerta y ya sabe si tiene fiebre, lo que le duele o necesita.
Y no solo de niños, cuando somos mayores, nuestras madres saben lo que nos pasa, aunque nosotros callemos y decidamos no contar lo que nos sucede. Ellas lo intuyen y están ahí, para darnos lo que necesitamos en cada instante de nuestra vida.
Las madres están para todo, aunque muchas veces sus hijos no se den cuenta. Pero es que el amor de madre y padre es el más generoso que hay, se ama porque es nuestro hijo o hija y no hay más. Pueden ser los hijos más maravillosos y entregados a sus padres o los que peor se relacionen y los atiendan, pero una madre y un padre, siempre estará ahí, pase lo que pase. Duele pensar que sea realidad esa frase que dice “una madre es para cien hijos, pero cien hijos no son para una madre”.
Cuando nos hacemos mayores y necesitamos ese afecto que las madres reparten a manos llenas durante toda su vida, es triste ver que algunos hijos e hijas no son capaces de dedicarles un solo minuto de su valiosísimo tiempo.
Por eso, en mayo, es bueno, en el día de las madres que recordemos lo mucho que han hecho por nosotros, reconozcamos sus méritos, entendemos lo que nos necesitan y como las extrañamos cuando ya no están.
Besos al cielo.