Capí­tulo uno: Oretanos. Quiénes, dónde y cuándo

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Son las 16:23 del Viernes, 19 de Abril del 2024.
Capí­tulo uno: Oretanos. Quiénes, dónde y cuándo

     Ya quedó atrás la obsesión por el uso del bronce como metal ideal para todo. Desde los arcaicos bronces de cobre y arsénico, hasta los bronces más modernos, mejorados, de cobre y estaño… todos quedaron atrás cuando fueron relevados por el hierro, que si no es más duro, sí es mucho más abundante. Hay que agradecer a los dioses y a los maestros fenicios que nos enseñaran su uso, porque cuando el conocimiento del hierro nos permitió fabricar un sinfín de armamentos, aperos de labranza, elementos de vida cotidiana… ésta, la vida cotidiana, se hizo más cómoda. El hombre dispuso de más tiempo y su imaginación y su arte, tomaron las riendas… llegó con más fuerza la joyería, la necesidad de que los adornos personales identifiquen y distingan a unos y otros estratos sociales… Ahí nací yo. Ahí, con el dominio del hierro entre las gentes, se forjó una cultura propia, de la tierra, la de los pueblos prerromanos de la península. Se estaba terminando la Prehistoria, pues ahora los viajeros griegos y romanos que iban llegando aquí, pronto comenzarían a escribir sobre estos pueblos. Varias zonas en la península, varias culturas, como ahora, coincidieron temporalmente en el desarrollo de sus vidas, en diversos lugares, con diferencias culturales, lingüísticas, claras y marcadas, como ahora….pero también con denominadores comunes a una cultura común, como ahora, que los une frente a todo lo que no pertenezca a la misma.

     Los grupos culturales eran conocidos por su nombre, sus culturas marcaban con un nombre la tierra y los pobladores. Suenan los ecos de los ilercavones, lacetanos, ilergetes, arévacos vacceos, olcades, lusitanos, túrdulos, contestanos, edetanos y otros tantos que ahora encajarían en las películas en las que guerreros de la antigüedad se disputan sus tronos…Pero yo, soy Oretania, y soy real. Mis hijos son el pueblo oretano y, en esta zona, tanto ellos como yo, dimos comienzo a la historia. No cometáis el error de pensar en remontaros a la prehistoria, porque no es así.  Dejadme que os diga… prerromano no significa prehistórico. Y prehistórico es todo lo anterior a la historia escrita. Por favor, no caigáis en la tentación de imaginar al hombre cavernícola cada vez que se pronuncia esa palabra… El cavernícola de la prehistoria peninsular hay que situarle en los periodos más antiguos de la prehistoria.  Sin embargo, y siguiendo en la prehistoria, las sociedades de la edad del bronce final, eran tan avanzadas que, viviendo en sus ciudades, comerciando sus productos, atendiendo la agricultura y la ganadería, trabajando en común por y para su pueblo, se sentirían insultados si les comparásemos con el hombre de las cavernas… y con razón. Recordad que en el término Prehistoria hay un millón de años que recorrer. En ese millón de años pasaron muchas cosas… y no todas fueron iguales… Como ejemplo de mis tierras os daré las motillas, ¿creéis que los constructores y habitantes de la Motilla del Azuer, se sentirían bien si les consideráis cavernícolas? Segurísimo que no. Pero sí que llevarían con orgullo ser lo que son: prehistóricos.

Prehistoria significa exactamente eso, antes de la historia, anterior a la historia escrita. En la Prehistoria hay cavernícolas, sí. Pero todos los pueblos de la prehistoria no son cavernícolas. Únicamente los más antiguos.

 

     La cultura oretana, los pueblos oretanos, vivieron en sociedad. Hace apenas 2500 años comenzaron su andadura y la terminaron con el asentamiento definitivo de Roma en la península, hace poco más de dos mil años. Vivieron en poblados o ciudades estructuradas perfectamente. Sabían construir sus casas con zócalo de piedras y tapia sobre él. Sabían distribuir el trabajo para mantener estas poblaciones y sabían construir y mantener espacios de uso común. Sabían de la agricultura y la ganadería. De la producción cerámica para uso cotidiano. Sabían del comercio, del uso textil avanzado con conocimientos sobre los tintes naturales y los procesos de fijación al tejido. Sabían del culto a los dioses, a los muertos. Sabían del respeto a lo desconocido. Sabían del dolor de una muerte y de la alegría de un nacimiento. Sabían de la paz y de la guerra… Sabían de leyes que hay que cumplir y del castigo a quienes las incumplan. Sabían del uso de las monedas y su fabricación. Sabían tantas y tantas cosas que, sin ellas, vosotros, ahora, no sabríais nada. Todo lo que ahora tenéis, todos los avances tecnológicos que os hacen la vida más cómoda, no son otra cosa que el desarrollo de inventos primigenios. Todo cuanto estos pueblos conocían, y que fue heredado de culturas anteriores, fue después sobrepasado, de largo, por la romanización cultural. Fue mucho lo que Roma aportó, muchas cosas las que cambiaron… Pero yo no estoy aquí para situarme frente a eso, estoy para, respetando los avances culturales romanos, recordar la cultura ancestral, la nuestra, lo que hubo, lo que había. La que enmudeció de repente y para dos mil años al verse eclipsada, sombreada por Roma. No he venido a criticar la influencia romana. He venido a recuperar del olvido la cultura anterior. He venido a contar, si me dejáis hacerlo, lo que había, lo que fue, lo que hubo. He venido a contaros sobre mis hijos, vuestros antepasados.

     Yo soy Oretania, dejadme que os lo cuente… debéis saberlo… debéis conocer sobre vuestras raíces porque vosotros también sois herederos de una savia común, sois los tiernos brotes de futuras hojas en la copa del árbol, aquél que os sostiene con el robusto tronco de la historia, vuestra historia, aquel que con sus potentes raíces creció anclado en mí, en las tierras de Oretania. Vosotros debéis saber de esas raíces, porque vosotros, sois, en buena medida, oretanos.

     Yo soy Oretania, dejadme que os lo cuente…

Miguel Ángel Márquez