“96 Tears”: Toda una experiencia vital

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Son las 21:22 del Jueves, 18 de Abril del 2024.
“96 Tears”: Toda una experiencia vital

A pesar de que el título ha quedado un tanto grandilocuente, espero que las siguientes líneas y, aún mejor, nuestra tracklist, os deleiten como en un ensoñador flashback.

La historia (resumida) empieza en Saginaw, un suburbio de Detroit (Michigan), donde los inmigrantes mejicanos se apiñan para poder trabajar en las múltiples cadenas de montaje de la conocida como “Ciudad del Motor”, urbe     que, por otra parte, acabaría etiquetando por sí sola a un sonido bestial de rock’n’roll, dos de cuyos más señeros integrantes eran los MC5 y The Stooges, la seminal banda de Iggy Pop (La Iguana de Detroit, mira por donde).

Pues bien, los hijos de aquellos “chicanos”, como se les conocía entonces, se empapaban de la cultura yanqui y hacían sus pinitos tocando temas instrumentales de Duanne Eddy o los Ventures, y formando grupillos de adolescentes que, rara vez, salían del suburbio. Uno de aquellos chavales era Bobby Balderrama (nada que ver con el insigne Juanito Valderrama) quien junto con otros colegas tenía un grupo llamado los Mysterians porque eran devotos de una serie de ciencia-ficción en la que los alienígenas eran llamados así. El problema, como tantas otras bandas que los intentaron en los procelosos años lisérgicos anteriores al “verano del amor”, era que no tenían cantante y como sabían de primera tinta, ya que eran fans de los Stones, un cantante con magnetismo tenía medio éxito asegurado. Buscaron en las pistas de baile de la zona y una prima de Balderrama les recomendó a Question Mark (el signo de interrogación, en inglés), un pirado que decía ser de otro planeta (de ahí el nombrecito) y que había cambiado legalmente su original Rudy Martínez por el más estrambótico de “?” que le daría fama mundial en el futuro. Con  la inclusión de Frank Rodríguez, un teclista que habían estado buscando porque “me gustaba mucho lo que hacían los Moody Blues (Balderrama dixit), la banda estaba preparada para su primer tema, después de infinidad de bolos con versiones de los Rolling Stones, ahora mejoradas por la presencia de su eléctrico cantante.

 

“96 Tears”surgió a raíz de una frase que acabó iniciando el tema, “too many teardrops” (demasiadas lágrimas) y que fueron dando forma con ese insistente órgano Vox que Rodríguez ejecuta sin pausa, de forma casi extenuante. El baterista de la banda sugirió el nombre de “69 Tears” y el resto del grupo que, aunque adolescentes sesenteros, ya conocían los dobles sentidos en el sexo, juzgaron que era demasiado sucio para ser emitido por la radio y mucho menos para aparecer en lo que para ellos era el Olimpo del rock-star, el Ed Sullivan Show, donde a sus adorados Stones les habían sugerido cambiar una frase del “Let’s Spend The Night Together”. Intercambiaron los números y quedó tal cual para la Historia, que fue tan benigna en el principio que les permitió ser número uno en los USA en el otoño de 1966, desbancando de aquella privilegiada posición al “Last Train To Clarksville” de los Monkees, una banda que hacía nada los Mysterians envidiaban por televisión. Telonearon a los Beach Boys, aunque no se acercaban a ellos que iban en plan estrella, y fueron menospreciados por Jim Morrison que dijo de ellos “no me gusta la música bubblegum como la de Question Mark & The Mysterians o los Monkees”, lo que ofendió el orgullo latino de los chicos que no obstante disfrutaron hasta la saciedad de los rendimientos de “tantas lágrimas”.

 

Hacia el verano del 69 (o quizá 1970) un grupo de adolescentes de Puertollano, con quizá un punto más de formación que lo habitual en aquella época oscura, paleta y malintencionada, se divertía en guateques en un piso vacío, de uno de los integrantes de “la pandilla”, pisos de delgadísimos tabiques por los que se oían las notas del “96 Tears” y su órgano cansino a toda castaña; también los comentarios adolescentes e ingenuos de que se podía hacer droga con las tiras longitudinales del plátano o de que molaría posar desnuda ante un artista de más o menos prestigio. Intervino ese probo ciudadano, guardián de las buenas costumbres y enemigo del rock’n’roll, que hay en todos los pueblos retrógrados del planeta y denunció a los chavales, que acabaron con sus peligrosas y largas melenas en la Comisaría de Policía (Policía Armada, se llamaba entonces), sita en nuestra hoy simpática Casa de Baños, entonces el lugar donde nadie quería acudir a la fuerza. ¡Aquello sí que fue una experiencia vital! Cuando meses más tarde conocí por varios de ellos el episodio y su banda sonora, en un single propiedad de mi buen amigo “?”, jamás dejé de oír y tararear la que para muchos críticos fue la primera canción punk / garaje de la Historia, diez años antes de los Pistols.

 

La lista de reproducción se inicia con la versión original en la segunda mitad de  sesenta, para continuar con los mismos creadores algo más talluditos y en color, con un Question Mark más provocador y con sus inseparables gafas de sol, que nunca se quitó en público. Continúa el menú con otra banda de órgano hipnótico y raíces punk, Stranglers en 1990, para pasar a Garland Jeffries en una versión para olvidar y que no aporta nada, al contrario que los marchosos Texas Tornados que la dotan de un acordeón y una guitarra tipo “twang” que revaloriza la versión. No podían faltar los alternativos y garageros Cramps ni la extraña aportación de Big Maybelle que abre un enfoque soul tan deleitoso como inesperado que, tras la irrupción al modo ochentero de Joe King Carrasco, nos vuelve a evocar Aretha Franklin en acordes casi de espirituales, para acabar con la tercera versión soul a cargo de Jimmy Ruffin, encomiable, asimismo.

Bon apetit.

Juanma Nuñez Rodrí­guez
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