“BAKER STREET”: Una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma.

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Son las 07:36 del Viernes, 29 de Marzo del 2024.
“BAKER STREET”: Una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma.

O bien un plagio, envuelto en un engaño dentro de una mentira. La vieja frase de Winston Churchill sobre la URSS, una semana antes de empezar la 2ª Guerra Mundial, viene que ni al pelo para transformarla en otra que describa los avatares en la gestación de nuestra canción, nuestra soberbia canción de hoy.

Gerry Rafferty (1947-2011), escocés, ya había conocido el éxito (y también la desesperación) con su banda Stealers Wheels con la que se manejó en aquel inolvidable “Stuck in the middle with you”, que nos hartamos de escuchar el año pasado como fondo de un anuncio de coches. Aquel éxito, junto a Joe Egan y sus muchachos, se truncó en 1975 con la separación de la banda y un posterior laberinto de reclamaciones judiciales, juego sucio de los ejecutivos de la discográfica y decenas de maniobras que impidieron a Rafferty retomar una carrera en solitario que solo tres años después pudo poner en marcha. Fue entonces, cuando editó su segundo álbum, “City To City” (1978) que incluía la fantástica “Baker Street”, una canción que, nacida en plena tormenta punk con planteamientos musicales radicalmente opuestos, pudo encumbrarse hasta lo más alto de las listas de ventas (fue top 5 en Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia), gracias a un portentoso solo de saxo que define por sí mismo el tema y que, aún hoy, casi cuarenta años después, sigue generando polémica entre los seguidores de teorías conspiranoicas.

Los orígenes de “Baker Street” hay que localizarlos en aquellos tres años de lucha judicial que afectaron mucho a un Rafferty que ya tenía sus propias adicciones etílicas y un pasado marcado, como muchos adictos, por un padre violento y alcohólico. Los juicios entre él y los Stealers Wheels le obligaban a continuos viajes entre Glasgow y Londres donde se alojaba en casa de un amigo que vivía en… ¿lo adivináis? Exacto: en La Calle del Panadero, esa donde Arthur C. Doyle puso el imaginario domicilio de Sherlock Holmes. La lectura de “The Outsider” (Colin Wilson, 1956) y sus reflexiones sobre lo que llamaron neo-existencialismo fraguaron los cimientos  de la agónica y esperanzadora letra de la canción. Pero no fue la poesía del tema lo que la hizo mundialmente famosa, sino un emotivo, soberbio, manejante y mareante “riff” de saxo; cálido, erótico, etílico y, sin embargo sobrio y, si me lo permitís, algo frío en ciertas facetas, el toque blues que dio vida al tema y que puso de moda los solos de saxo en el rock y por ende a los/las saxofonistas fue desde casi el inicio objeto de deseo entre el autor de la canción y el instrumentista de sesión que se encargó de su ejecución.

Hugh Burns, guitarrista de “Baker Street” comentaba, refiriéndose al solo de saxo que, en realidad, se trataba de un solo de guitarra que fue transformado para saxofón gracias a la intervención del sesionero Raphael Ravenscroft (1954-2014) un instrumentista que tocaba para los discos de Rafferty entre 1977 y 1982. Según Ravenscroft, que se atribuía todo el mérito de la autoría del “riff”, “Baker Street” era una buena estructura con grandes lagunas que él fue llenando hasta convertirla en el pedazo de canción que acabó siendo, Cuenta la leyenda que el saxofonista (que acabó tocando para Pink Floyd, Abba y Marvin Gaye, entre otros) recibió 27 Libras por su aportación profesional, lo que contrasta con los más de 80.000 Dólares que recibió Rafferty durante la exitosa vida de la canción. Aquello no enrareció la relación entre ambos músicos como demuestra el hecho de que Ravenscroft ejecutó una pieza musical en el entierro de Gerry Rafferty: sin embargo el sesionero siempre mantuvo que la melodía era suya y lo de Gerry un plagio. ¿Verdad o mentira?

Desde hace años circula por la Red la teoría de que Rapahel Ravenscroft habría copiado o plagiado su famoso “riff” y que “Baker Street” pasaría a engrosar la galería de canciones sospechosas como “Highway To Heaven” de Led Zeppelin, “My Sweet Lord” de George Harrison o “Marta tiene un marcapasos” de los Hombres-G. Según esa teoría, los primeros nueve segundos de la canción “Half a Heart” son calcados al “riff” que nos ocupa. La canción de marras, publicada en 1968 en el único disco en solitario de un tal Steve Marcus, saxofonista mercenario para Buddy Rich y Gary Burton, entre otros. A vuestra disposición, en nuestra “tracklist”, el enlace con el tema de Marcus que se mezcla con otras siete versiones de una canción ideal para atravesar el Valle de Alcudia, tangencialmente desde Pedroche a La Bienvenida, sonando a toda pastilla en tu flamante radio-cassette de tu recién estrenado Peugeot 306 XND, rojo, al lado de tu hijo de dieciséis años que sólo conocía la canción por haber servido de fondo para el anuncio del tabaco Fortuna. Día de San Juan de 1996, regresando de Pozoblanco.

Juanma Nuñez Rodrí­guez
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