(I Can´t Get No) Satisfaction

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Son las 10:12 del Sábado, 20 de Abril del 2024.
(I Can´t Get No) Satisfaction

  Asentados los Beatles en el mullido diván del éxito, dominando desde allí el “show-business” sesentero (“la casta” como dicen mis amigos de Podemos), y recién honrados por la reina Isabel II con la Orden del Imperio británico, en 1965 los Rolling Stones eran la vanguardia “anti-sistema” que habían dejado libre los cuatro de Liverpool. Tenían los pelos más largos que los Fabs Four, cantaban sucios “blues” repletos de referencias sexuales y rebeldes, en lugar de las tibias tonadas de McCartney y los suyos y, por si fuera poco, a mitad de aquel año soltaron el equivalente a la bomba atómica que dos décadas antes cambió el mundo, la canción juvenil por antonomasia, el himno de millones de adolescentes que, incluso hoy, preguntarán a sus abuelos cómo es que pudo hacerse ese pedazo de pancarta juvenil de poco más de dos minutos llamada “(I Can’t Get No) Satisfactión” o “Satisfaction” a secas como la conocimos todos y cada uno de los pipiolos que la fuimos descubriendo entonces y poseyéndola como nuestra muchos años después (hay amigos sesentones que la llevan en su tono de móvil).

   La invasión británica de 1964 había llevado tras la estela de los Beatles a decenas de bandas de las islas que, con mayor o menor éxito, “hacían las américas” con distinta fortuna; los Stones no eran ajenos a aquella incertidumbre de tener que hacer millares de kilómetros por lugares desconocidos donde, además, las raíces musicales que ellos buscaban eran “demonizadas” por garrulos sureños blancos y racistas que usaban indiscriminadamente su violencia gratuita. La tercera vez que los Rolling Stones giraban por los USA, en el hotel Fort Harrison, Clearwater (Florida), Keith Richards cuenta que se levantó con el que luego sería característico “riff” de “Satisfaction” dándole vueltas por la cabeza y lo registró en “cassette” antes de volver a dormir. Según esta misma versión difundida por el guitarrista, llevó la cinta a una sesión de grabación y todos sus compañeros acordaron crear un tema con aquel primario ingrediente. Todo aquello estaba ocurriendo a principio de Mayo de 1965 y Mick Jagger ya había dotado al primigenio “riff” de una letra acorde a lo que se esperaba de los Stones: trasgresión de las normas a toda costa. La canción evoca la eterna incomprensión en que se instalan los jóvenes, su dificultad para aceptar el “statu-quo” de una sociedad alienante que te organiza la vida en torno a un voraz consumo y, por si fuera poco, las chicas, que están viviendo su propia revolución, no acaban de entenderse a pesar de que “lo intento, y lo intento y lo intento” como relata el estribillo. El 10 de Mayo en los míticos estudios Chess de Chicago se graban una primeras demos en las que Brian Jones toca la armónica y que quedan descartadas en algún baúl del estudio, pero no será hasta tres días más tarde, ya en California, en los RCA Studios de Hollywood, cuando la canción empiece a tomar cuerpo. La guitarra rítmica fue a manos de Keith Richards que dotó a su instrumento de un efecto innovador para época, un distorsionador, usando el pedal Gibson Maestro Fuzzbox, artilugio que era de muy reciente aparición en el mercado y del que se agotaron todas las existencias una vez que la canción llegó al número de las listas de Estados Unidos, primero y Gran Bretaña después. En aquellas sesiones hollywoodienses estuvo y con un papel nada secundario el que luego sería afamado productor y compositor Jack Nitzsche (Neil Young, Warren Zevon, entre otros) y que acabó teniendo una larguísima carrera como autor de bandas sonoras tales como “El Exorcista” (1973) y “A la Caza” (1980) ambas del director William Friedkin. Nitzsche toca esa obsesiva pandereta que respalda toda la melodía, faena que en directo solía quedar en manos de Mick Jagger.

   En contra de la opinión de Keith Richards, que creía que el “riff” les había salido muy parecido al de “Dancing In The Street” de Martha & The Vandellas, la canción salió a la calle en formato “single” el 27 de Mayo de 1965 llegando a ser nº 1 el 10 de Julio de ese mismo año, mes en el que, además logró ser Disco de Oro (en USA, un millón de copias vendidas), registros que para los Stones eran su debut en el vasto mercado americano y que les cambiaría la vida de forma definitiva. La edición en Agosto del tema en Gran Bretaña, expandió la exitosa ola a toda Europa y puso distancia de por medio entre ellos y los Beatles (que formaban de facto el bi-partidismo “pop”) y el resto de las bandas británicas y norteamericanas: el mundo estaba a sus pies.

    Mis primas Núñez habían comprado el EP (disco pequeño con cuatro canciones a 45 rpm) de “Satisfaction” que fue el formato descartado por Decca en su primer lanzamiento y que tenía un triángulo inserto en el círculo hueco para colocarlo en el tocadiscos, de tal forma que había que quitar la “galleta” y poner el disco como los LPs (discos grandes de vinilo a 33 rpm). Habitual en cuanto guateque era celebrado en nuestra panda y anexas, el disco era vigilado de cerca por sus propietarias que exigían su devolución cuando acababan los fastos guatequeros. Con casi cincuenta años encima, la canción sigue siendo tan primaria, tan fresca como el primer “bocata” del recreo en el primer día de Instituto y, como la realidad que describía, sigue siendo válida aunque las chicas hayan tomado la iniciativa y los chicos, a veces, prefieran jugar a la “Play Station”; pero ese maravilloso “riff”, dicen que de las Vandellas, y ese título inspirado en una frase de Chubby Checker nos siguen llevando a un mundo que una vez pareció haber sido posible. El menú de versiones no tiene desperdicio: a la original con subtítulos de la letra en inglés de los Stones, sigue la “domesticada”, ya en 1965 de una banda de “crossovers” yanquis que preceden a la dislocada y robótica versión de Devo, la extremadamente intimista de Cat Power que precede a los enfoques negros de tres grandes como Otis Redding (recogida en el Festival de Monterrey 1967, seis meses ante de matarte en aquel accidente de avioneta), la diosa de “soul” Aretha Franklin y el extraordinario “bluesman” Junior Wells. Acabamos el banquete con la furiosa adaptación del grupo Mountain, del que ya hablaremos. Bon apetit.

Videos disponibles
https://www.youtube.com/watch?v=jadvt7CbH1o