¿Evolución o involución?

Por Isabel Castañeda

Observando el panorama general del tiempo que nos ha tocado vivir, parece desolador

En una primera mirada, lo que se ve es un mundo convulso, conflictivo, salpicado de guerras, localizadas o más extendidas.

Un mundo globalizado en lo económico, pero dividido, polarizado y desequilibrado en lo político.

La balanza tiene un platillo, donde cabe una minoría, que controla el poder y el dinero y en el otro platillo el resto de la humanidad, con lo que el conflicto está servido.

Esto no es nuevo, desde el comienzo de los tiempos, el camino de las personas ha sido muy difícil de transitar.

La condición humana nos lleva a posicionarnos de manera visceral. Primero se elige el bando al que pertenecer, según intereses y, después, viene la identificación con lo que representa.

Podemos dialogar y llegar a acuerdos en muchos temas, pero en las cuestiones sobre la religión y la ideología política, el cerebro se cierra y queda inutilizado para la reflexión desapasionada, dando paso a lo más primario.

Me gusta hacer un repaso por la Historia y es evidente que está salpicada de hechos sangrientos; la condición humana se vale siempre de la confrontación de egos, intereses y ambiciones.

Una vez admitido esto, hay que aceptarlo, pero no hay que rendirse.

También he constatado que hay siempre colectivos menos ruidosos que, como hormigas, trabajan para intentar corregir éstos desaguisados.

Los primeros pasos tienen que darse desde el principio: respetar la vida y recuperar los valores, desde los más elevados a los más sencillos.

Yo propongo algunos básicos con dos palabras: “Por favor" y “Gracias".

La educación y la cultura contribuirán a enseñar a pensar y tener criterio para actuar.

De aquí vendrá la salvación de la Humanidad