Por Isabel Castañeda
Desde que se dio por superado el peor periodo de la pandemia, la sociedad ha reaccionado de distintas maneras, como consecuencia del miedo y la inseguridad de todo tipo.
Un sector se ha lanzado a "intentar" recuperar el tiempo perdido, exprimiendo la vida con ansia.
Otro se ha instalado en el miedo y se niega a salir de su zona de confort, con lo que se ha condenado a vivir muriendo.
Afortunadamente, el tercer grupo ha decidido aceptar la realidad que le ha tocado vivir, intentando adaptarse a la situación y, con fortaleza, seguir caminando.
El dinero y el poder han aprovechado esta inestabilidad para tomar las riendas y llevar a la sociedad por donde a ellos les conviene.
Desde la altura de su posición, ven al género humano como hormigas, se despersonaliza y, si es necesario, se aplasta sin remordimiento.
Basta mir+-ar alrededor para comprobarlo.
La sociedad, en su conjunto, se encuentra desorientada; nos miramos unos a otros intentando comprender la situación y la angustia se apodera de los que son más vulnerables.
La pregunta más generalizada es: ¿Qué va a pasar?
Para lo que no hay respuesta.
Lo correcto sería preguntar: ¿Qué podemos hacer?
Para encontrar respuesta a esto, necesitamos poner las luces largas para ver todo el paisaje.
Hay árboles que caen con gran estruendo, pero hay grandes extensiones donde crece abundante la hierba, sin hacer ruido.
La destrucción por un lado y, por otro, la labor callada, de quienes intentan encontrar soluciones, que, en principio, pueden parecer utópicas.
Los agoreros dicen que son quimeras. Pero la Historia demuestra que lo que en un momento es una utopía, puede ser realidad en un futuro.
No hay que confundirla con la quimera, que es un animal mitológico con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón, por lo tanto, es una fantasía irrealizable.
El poder utilizar la técnica de llevar la atención a otro sitio y ofrece golosinas, caramelos, distracción y entretenimiento para conseguir una sociedad anestesiada (utilizada en todos los tiempos).
Debemos sobreponernos a los cantos de sirenas, mantener la mente clara y el ánimo templado. Es decir, criterio y equilibrio para hacer lo que corresponde, con honradez y con la obligación de ser generosos con los más desafortunados.