La autoridad moral

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Son las 04:01 del Martes, 24 de Junio del 2025.
La autoridad moral

 

Por Isabel Castañeda

 

Los adultos tenemos la responsabilidad de enseñar a los niños a manejarse, siendo sus referentes y acompañándolos en su descubrimiento del mundo.

La educación es pedagógica y orientativa. Su labor no sólo consiste en transmitir conocimientos, sino cultivar el alma, también.

La función educativa se debe ejercer sabiendo diferenciar, claramente, la necesaria autoridad que proviene de la "autoritas" del maestro, como espejo para el niño, del autoritarismo.

Ejercer la autoridad consiste en reconocer al otro, inspirarle confianza y acompañarle en su descubrimiento del mundo.

El autoritarismo se impone desde el miedo, con lo que se bloquea el pensamiento; lo que busca anular, entorpeciendo el aprendizaje.

Con la autoridad, la persona encuentra un referente que le ayudará a crecer; con el autoritarismo, se consiguen personas obedientes y sin criterio.

Se acaba este período y los jóvenes se enfrentan al mundo, donde descubrirán que los valores aprendidos son ignorados por muchos adultos o son manipulados para conseguir fines poco honrados.

Unos de sus referentes deberían ser quienes ejercen el poder y nos representan; lo que se encuentran es un espectáculo lamentable de enfrentamientos, donde el fondo pierde importancia, por la forma agresiva y sin respeto en que se expone.

El sistema democrático se devalúa ante esta manera de ejercerlo, consiguiendo polarizar a la sociedad.

El planteamiento es el mismo del mundo del fútbol. Cada cual se posiciona, desde la visceralidad, en un equipo al que se sigue fielmente y donde sólo interesa ganar, aunque el juego no sea demasiado limpio; el otro equipo no es el contrincante, es el enemigo, lo que lleva, a veces, al insulto y al enfrentamiento físico.

Se es de un equipo o de otro hasta el final de la vida.

No hay razonamiento, sólo visceralidad.

Cuando se razona, se analizan las cosas y cabe la posibilidad de cambio en los planteamientos y de evolución en las ideas.

Una sociedad avanzada no se quedará anclada en una época, sino que se irá adaptando, de forma civilizada, a los cambios inexorables que el devenir impone.

El razonamiento es su manera de enfrentarse a los problemas y se rechazarán la mentira y la manipulación torticera.

Ejemplos que esperamos que no se repitan:

La guerra de Irak, que se desencadenó con el engaño de que existían armas de destrucción masiva.

El atentado de Atocha, del que se mantuvo la autoría de ETA, cuando ya había indicios de que la responsabilidad era del terrorismo islamista.

La pandemia, donde la ciencia y los científicos se vieron cuestionados, frente a los bulos y la desinformación de falsos especialistas.

La Dana de Valencia, con más de 200 muertos y que no se asumen responsabilidades.

Y, últimamente, el apagón reciente, pendiente de investigación y de las explicaciones necesarias que la ciudadanía requiere.

Este último está por ver.

Estos ejemplos no responden a la totalidad. Afortunadamente, hay colectivos en el mundo de personas y entidades que trabajan incansablemente para conseguir que este sea más justo y equitativo.

Veremos dónde nos posicionamos los adultos y, sobre todo, si los jóvenes sabrán encontrar sus referentes entre las buenas personas.

 

Isabel Castañeda
Foto: Pixabay