Por Isabel Castañeda
Aún no salgo de mi asombro del espectáculo ante los medios que ha tenido lugar en la Casa Blanca, entre Trump y Zelenski.
Mi punto de vista es que ha sido una encerrona al presidente ucraniano, que todo estaba preparado.
La puesta en escena me recuerda a la película "El Padrino", tanto en los gestos como en el diálogo.
Hay una persona que impone sus opiniones, con agresividad, sin dar lugar a que el oponente pueda exponer sus razones.
Se puede resumir en una frase: " No tienes permiso para hablar".
El trato es de superior a inferior, como si fuera un niño pequeño al que hay que llamar al orden.
Con la habilidad que le caracteriza, Trump ha retorcido la verdad de los hechos y ha presentado a Zelenski como el culpable de la guerra y de los muertos, que se están ocasionando.
En el colmo del cinismo, lo convierte en el malo; con lo que concede la razón a Putin.
La imagen es patética: un Trump rodeado de los medios, su gente y su vicepresidente, tan agresivo como él y Zelenski solo, en medio de toda esa parafernalia, acorralado, casi sin espacio, ni oportunidad de defensa.
El lenguaje no verbal es muy significativo: Trump sentado, con las piernas abiertas, inclinado hacia adelante y señalando continuamente con el dedo índice a Zelenski, que se mantiene, a duras penas, con los brazos cruzados en un gesto de defensa y haciendo grandes esfuerzos, que se evidenciaban en su cara, para no caer en la provocación y contestar en el mismo tono airado.
Esta entrevista, ante todo el mundo, ha roto todos los esquemas de la diplomacia; se ha saltado todas las reglas: la compostura, la buena educación, los buenos modos, el diálogo, el respeto al adversario, la cortesía...
Se impone el tono bronco, sin miramientos hacia el oponente y con el único objetivo de conseguir ganar siempre.
Para Trump la política no es un servicio público para el bien común, es una oportunidad de hacer negocios, utilizando los medios democráticos para llegar al poder y, después, saltarse todas las reglas que han imperado hasta ahora.
El orden que hemos conocido, con sus aciertos y sus fallos; pero respetando unas reglas marcadas entre todos, ya no valen.
Ahora es Trump quien marca las cartas y las reparte como quiere; con una única finalidad: su beneficio y el de quienes le rodean.
Si ellos ganan, aunque sean minoría, perdemos la mayoría.
El mundo, a partir de ahora, será más inseguro, más imprevisible y más injusto, si no somos capaces de reaccionar, siendo conscientes de dónde está lo razonable y lo justo y de que la democracia se defiende actuando democráticamente, defendiendo los valores que han caracterizado a Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Mandatarios de esta categoría son un referente nefasto para una sociedad con miedo al futuro y sin esperanza, que ellos mismos se han encargado de sembrar, especialmente en los jóvenes.
El contrapunto lo pondremos con la defensa de los valores que nos han hecho avanzar, trabajando cada uno en lo que nos corresponde y haciendo oídos sordos a quienes prometen el paraíso, después de pasar por el infierno