Por Isabel Castañeda
Hace tiempo oí o leí, no recuerdo, que, en Japón, por problemas de soledad o circunstancias sociales, se puede alquilar una persona para compartir un período de tiempo, como si fuera tu amigo, a cambio de una cantidad de dinero.
Me llamó la atención en su momento; pero lo olvidé.
Recientemente, he vuelto a escucharlo y me he parado a reflexionar.
No se concibe algo así en países de menor nivel, donde es tan importante tener amigos para ayudarse en las dificultades.
En Japón, que tiene un alto nivel económico y tecnológico, parece que el aislamiento y la soledad, han llegado al punto que, no sólo se alquila a una persona para que haga el papel de amigo, sino que, también, se puede alquilar tiempo para acariciar gatos, en locales específicos.
Nos puede resultar llamativo, porque, afortunadamente, en nuestra sociedad la amistad es algo muy valorado.
Si es tan importante en nuestras vidas, requiere que sepamos lo que puede contribuir a consolidarla.
Primero, debemos tener clara la diferencia entre amigos y amistades.
Los amigos de verdad, no juzgan, no te utilizan interesadamente, no evitan que evoluciones, dejan espacio para que seas tú, te aceptan como eres, sin intentar cambiarte, no necesitan estar cerca siempre, físicamente. El vínculo es emocional; por lo que nos acompañan en los momentos clave de nuestra vida.
Las amistades también son muy necesarias; pero aparecen y desaparecen, según circunstancias, de manera natural y suelen estar en momentos más distendidos.
Los buenos amigos escuchan tus palabras; pero sólo los grandes amigos escuchan tus silencios.
Los amigos pueden ponerle música al mundo.