Por Isabel Castañeda
La lección más reciente la hemos recibido el día de ayer.
La lluvia descontrolada en el Levante y en una parte de Andalucía, ha provocado el caos en carreteras, vías de tren y aeropuertos.
Las pérdidas todavía no están cuantificadas y las desgracias personales ascienden a más de 50 personas; pero con el desescombro, pueden ser más, ya que hay desaparecidos.
Ante este panorama, las cuestiones de desencuentro en el parlamento, se han aparcado; la urgencia y gravedad del momento lo requieren.
Lo que lamento es que tengamos que llegar a situaciones así, para darnos cuenta de que hay que remar en la misma dirección día a día, sin esperar a que ocurra una desgracia.
Se ponen en evidencia fallos y cuestiones mal resueltas.
En primer lugar, hay que aceptar el cambio climático. Siempre ha habido desastres naturales; pero más espaciados.
Ahora, cada vez son más frecuentes.
Hemos creado una sociedad con un engranaje, aparentemente perfecto, en el que cada pieza debe responder como esperamos; pero la naturaleza y sus ciclos, no se ajustan a nuestras previsiones y las tecnologías no son infalibles.
Basta pensar qué ocurre, cuando cae el sistema y falla internet.
Dependemos totalmente de la red, que hemos creado para controlar el progreso.
Somos tremendamente individualistas y, a la vez, incapaces de desarrollar nuestra vida sin depender del sistema.
Las cosas más básicas, nos llegan de manera artificial: el agua, la luz, la calefacción...
Vivimos cómodamente instalados, de manera que la capacidad de resiliencia, es cada vez menor.
En el juego de la vida, entran las dos caras: la amable y la despiadada, que debemos aceptar, inexorablemente.
Tenemos días de luto y dolor por delante para todo el país y, especialmente, para quienes lo han sufrido directamente.
¿Qué se puede hacer?
Corregir errores, como ocuparse de limpiar cauces, rieras y acequias.
No edificar en zonas donde el agua tiene su camino.
Limpiar bosques y cuidar árboles y plantas y ocuparse del tema de la despoblación, propiciando medios para que las personas se puedan desarrollar.
Todo es a largo plazo; pero hay que empezar ya, saliendo del cortoplacismo y la inmediatez, por intereses egoístas y miopes.