Por Isabel Castañeda
Vivimos un cambio de ciclo. El mundo que conocemos está evolucionando a una velocidad de vértigo. Su transformación es evidente.
Los esquemas que nos han servido de base se tambalean. Los valores, las motivaciones y las expectativas, se mueven al ritmo de las ideas.
La sociedad es pluricultural, plurirracial, lo que contribuye a su enriquecimiento, pero también a conflictos.
Para afrontar los problemas en momentos difíciles, se necesitan referentes. Pero sus voces se están diluyendo en medio del ruido ensordecedor de opiniones viscerales, que contribuyen a la confusión, la polarización y el odio.
Se necesita una sociedad con solidez de pensamiento, con criterio, para saber hacia dónde caminar.
La educación es la base para crear ciudadanos capaces de tomar decisiones coherentes.
Las Humanidades son la herramienta que lo facilita. Pero, poco a poco, se han ido haciendo recortes en las materias correspondientes, con retoques que las han convertido en narraciones para el entretenimiento.
La Filosofía, la Historia, la Literatura con mayúsculas, han dado paso a relatos partidistas sin rigor.
Los valores humanísticos han sido sustituidos por las exigencias del mercado. Se cuestiona su utilidad.
El griego y el latín, que son la base de nuestra lengua, nuestra cultura, nuestra historia y nuestro pensamiento, han sido suprimidos, totalmente, del plan de estudios.
Los estudiantes no tienen ningún referente, con lo que se produce un declive en el léxico, en la ortografía, en las lecturas básicas y en la capacidad de razonar y argumentar.
La formación humanística se cuece a fuego lento, capacita al alumno para ir entendiendo el mundo, pero, ¿Cómo se enseña al joven a pensar por sí mismo?
El sistema educativo se desarrolla en función de aprender para afrontar unos exámenes, no para que quede poso.
No se debate en las aulas, no se enseña a exponer las ideas con una elaboración del pensamiento.
No basta con memorizar, hay que ver contextos, relacionar las cosas, contrastar.
Esta carencia se evidencia en las redes sociales, donde la descalificación y el insulto, sin más, se imponen, cuando se confrontan opiniones.
Se necesita tiempo y esfuerzo en una sociedad donde prima la manera fácil de conseguir objetivos.
Falta interés por la lectura, que ayuda a abrir y ordenar el pensamiento.
Las tecnologías son el sustituto.
Lo curioso es que, en las universidades de élite privadas, no han abandonado las humanidades.
¿Por qué?
Primero se hace creer a la sociedad que las materias de las humanidades son inútiles, no son prácticas para la vida laboral con lo que los estudiantes con pocos medios económicos, se derivan a la FP.
En EEUU, las grandes empresas quieren personal con formación humanística, además de estudios superiores, idiomas y alto nivel de uso de las tecnologías.
Saben que estas personas desarrollan una capacidad de razonamiento y de toma de decisión mayor, porque tienen opinión y, por tanto, criterio para enfrentarse a cualquier reto.
Es fácil deducir, que se pretende una masa dependiente de una élite minoritaria poderosa, que será la que dirija.
No nos damos cuenta, pero el cambio de ciclo lleva a esto.
En menos de un mes, cuando Trump tome el poder, lo iremos viendo.