Por Isabel Castañeda
Estos dos componentes se han dado en la historia cada cierto tiempo, en momentos especialmente difíciles.
Los problemas angustian a quienes tienen una vida llena de carencias y sin perspectivas ni esperanzas de cambio. Todo son amenazas a su alrededor: falta de medios y entornos hostiles, que hacen difícil vivir con sosiego.
Los trabajos, en este ambiente, suelen ser precarios, cuando lo tienen y, cuando no, se vive bajo mínimos.
En este caldo de cultivo, el miedo se instala en sus vidas y son presa fácil para dejarse llevar por cantos de sirenas.
Los populismos, las mentiras, las soluciones mágicas y los salvapatrias, los utilizan para sus propios fines y las redes sociales lo facilitan.
Esto lo vemos en nuestro entorno y en otras partes del mundo.
La política de Trump y sus medidas económicas descontroladas, están provocando un terremoto en todo el mundo.
Una persona narcisista, con un ego desmesurado, millonario y con todo el poder, está actuando como un emperador, al que hay que rendir vasallaje, para que no empeore las cosas más y tenga a bien bajar un poco los aranceles.
¿Cómo es posible que su mandato haya podido salir de las urnas?
Cuando se analiza con detenimiento, se cumplen todos los requisitos para que se dé este fenómeno: la cantera mayor está entre las personas más desfavorecidas, más vulnerables y, posiblemente, con menos preparación.
Se les hace creer que ellos son los protagonistas, que si se consigue que América sea poderosa, cerrando fronteras y siendo autosuficiente, habrá más riqueza, más trabajo y vivirán en una burbuja de bienestar. A su miedo llega una brisa de esperanza y se entregan a la causa.
EE.UU. no es sólo el escaparate de Nueva York y otras grandes ciudades; también encierra pobreza, paro y tremendas desigualdades, que se evidencian en la falta de servicios sociales, entre ellos, la sanidad.
Las aseguradoras son las que cumplen este papel, sólo asequible a quienes pueden permitirse pagarlas.
El dinero está por encima de la humanidad.
El sueño americano es poseer el mayor número de bienes, que te permitan colocarte entre los que más tienen.
El individualismo lleva a unos límites que, quienes no son capaces, se quedan desprotegidos, fuera del sistema.
Lo peligroso es que esta mentalidad se está extendiendo; empezando porque copiamos sus costumbres, sus gustos y sus fiestas.
Habrá que esperar a que los resultados de la gestión de Trump demuestren el sinsentido de esta locura.
La cresta de la ola todavía no ha llegado a su pico máximo; cuando baje, se habrá llevado por delante muchas cosas, que habrá que reconstruir de nuevo.
¡Penoso!