Por Isabel Castañeda
Vivimos en la era de la imagen, todo entra por los ojos.
Hay un empeño en mostrar la mejor parte de cada uno de nosotros y esto se hace extensivo a la sociedad entera.
Es cierto que todo tiene una cara y una cruz, que hay luces y sombras en nuestras vidas.
Es necesario ser realistas para no dejarnos deslumbrar por la apariencia.
Los medios, la polarización política y las redes sociales, intentan marcar tendencias. Por eso, se impone tener criterio, para lo que es necesario información contrastada, formación y conocimiento.
Si nos quedamos con la imagen fija del tiempo que nos está tocando vivir, veremos un mundo de abundancia, donde parece que todo está al alcance de la mano.
Si profundizamos en la apariencia, saldrán a la luz los fallos del sistema.
Como ejemplo, lo que está ocurriendo en el Aeropuerto de Barajas.
Hay circulando un vídeo donde se pone en evidencia la superficie del problema, pero no se hace mención al fondo.
La preocupación está en que el episodio puede contribuir a difundir una mala imagen del país. Esto, con ser verdad, parece ser que es lo único que importa.
En el fondo, se pone de manifiesto que el sistema tiene una estructura, donde la desigualdad y la brecha social es cada vez mayor.
La imagen de bienestar se tambalea y se ven dos mundos claramente diferenciados: quienes pueden permitirse una vida sin carencias y quienes carecen de lo más imprescindible para llevar una vida con dignidad.
No basta tener un sueldo para conseguirlo, porque el sueldo, a veces, no llega para cubrir gastos. Faltan viviendas asequibles a jóvenes y no tan jóvenes.
El ejemplo está en el perfil de algunas personas que pernoctan en el aeropuerto. Las hay que tienen trabajos precarios; además de diferentes perfiles de pobreza severa.
Otra de las disfunciones es que, quienes tienen poder, no lo ejercen, generalmente, para conseguir el bienestar social, sino que persiguen el beneficio para sus propios intereses.
Vivimos en la época de la llamada posverdad.
La verdad no interesa. Lo que vale es lo que se consigue con malas artes: bulos, mentiras y manipulaciones.
No interesan los hechos, sino el relato que se hace de ellos.
El nuevo papa, como el anterior, hace referencia a los desfavorecidos y a dos de los puntos negros: las guerras de Gaza y Ucrania, entre los más de 50 que existen en el mundo.
Es doloroso ver la sangría que se está produciendo en vidas humanas y la terrible destrucción, mientras que los responsables viven instalados en su partida de cartas, a ver quién lleva la mejor para conseguir más poder y beneficios.
Lo triste es que han conseguido que los ciudadanos de a pié se posicionen, cada cual con el bando de los que consideran de los suyos, haciendo imposible un entendimiento razonable.
Además de la voz del papa, están surgiendo otras, como ya he mencionado en anteriores ocasiones, cada vez más clamorosas ante tanta deshumanización.
Una de ellas, es la del pensador, pedagogo, filósofo y divulgador José Antonio Marina con su último libro, entre otros muchos, "La vacuna contra la insensatez".
Da las claves para comprender el momento que nos está tocando vivir y para no caer en trampas que debemos evitar.
Espero que, cada vez, el número de personas sensatas, con afán conciliador, vayan imponiéndose al ruido insoportable de quienes se encuentran cómodos en él.
"Hace más ruido un árbol al caer, que la hierba al crecer".
Seamos como la hierba.