Y de pronto aquel día todo se frenó en seco. Llevábamos meses oyendo hablar de algo tan minúsculo y lejano, algo tan aparentemente insignificante que apenas merecía nuestra atención; y si en algún momento conseguía captarla, ya nos encargábamos nosotros de ahuyentar su presencia con una mofa que lo redujera a su mínima expresión.
¡Qué equivocados estábamos! Aquella cosa tan minúscula, consiguió de la noche a la mañana que dejaran de tener importancia alguna todas nuestras frenéticas rutinas para encerrarnos, sin excepción alguna, en nuestros hogares sine díe. El desconcierto y el miedo se hicieron hueco para acompañarnos mientras inmóviles, contemplábamos con la mirada perdida aquellas calles que tan solo unas horas antes rugían abarrotadas.
Se cerraron las calles como nunca antes lo habían hecho y aquellas frase hechas que utilizábamos como hipérboles, se tornaron de un macabro significado que nos hacía plantearnos si en realidad estaba sucediendo todo aquello o simplemente se trataba de una de esas películas o series de ciencia ficción postapocalíptica que en los últimos tiempos habían invadido las salas de cine y nuestras pantallas.
Y de pronto aquella puerta se abrió. Esa puerta que se había abierto en contadas ocasiones durante los más de veinte años que llevo viviendo en mi casa y que daba acceso a lo que hasta ese momento, era un mero elemento decorativo de la fachada: el balcón. Era domingo por la mañana y con aquel panorama tan desolador nada invitaba a levantarse temprano. Estaba remoloneando en la cama cuando en una red social vi el reto de asomarse a la ventana para tocar una pieza propuesta a las doce del mediodía. Era algo sencillo de tocar con el claro objetivo de que tanto niños como adultos se unieran. Me pareció una idea excelente y me animé a hacerlo... En el último momento, mi hermano se unió no muy convencido, pero como al fin y al cabo era una pieza bastante sencilla, lo tocamos sin problema alguno. Unas horas después, a las 20:00h, las ventanas se volvieron a abrir de par en par y aquella calle tan desierta, estaba repleta de gente aplaudiendo desde sus hogares.
Los días iban pasando, los vecinos se asomaban un poquito antes de las doce de la mañana esperando que la puerta del balcón se abriera y el repertorio se fuera ampliando conforme los días transcurrían. A partir del tercer día dejé de consultar la pieza propuesta en las redes para elegir yo mismo el repertorio que iba a tocar cada mañana. A lo largo de 65 días, alrededor de 130 canciones diferentes, las múltiples sonrisas de los niños que viven enfrente y los agradecimientos en forma de aplausos de los más mayores, la gira más larga y con menos kilómetros a las espalda iba desarrollándose y adaptándose día a día a la circunstancias del momento. Para los que nos dedicamos a esto, o para los aficionados a asistir a conciertos de un determinado músico, de sobra es sabido que cada concierto es único y diferente, aunque el grueso del mismo, el noventa por ciento del repertorio, es idéntico cada noche y tras de sí hay una larga temporada de ensayos y un equipo técnico que supervisa y hace que todo transcurra con normalidad. En este caso, el repertorio de cada día prácticamente totalmente nuevo, ensayado, con suerte, apenas un par de horas de la actuación y nada de arreglos ni de postproducción: Un balcón (bastante estrecho para tocar sentado que es como se toca realmente el cello, por cierto), un iphone en manos de una reportera aficionada (mi madre), un par de instrumentos en el mejor de los casos, mucha ilusión y poco más.
Sin embargo, y a pesar de los escasos recursos y las incomodidades del espacio, el balcón ha sido el mejor diario de cuarentena: En él están escritos los días en los que te levantabas con ánimo y ganas, los días en los que no tenías fuerzas ni para mirarte al espejo pero elegías un par de canciones que te sacaban fuerzas de lugares insospechados , los días de añoranza de festividades importantes como la Semana Santa... Todos esos días terminaban con el mismo final: decenas de vecinos que salían cada mañana a su ventana o balcón y dedicaban una parte de su tiempo a escucharte...
Todo esto empezó un domingo, y como no podía ser de otra manera, el ciclo debía concluir tan señalado día: Hoy es domingo 17 de mayo del 2020, el día que acabó todo, el día que comenzó a renacer de nuevo la vida. El día que volvió a brillar el sol.
Ahora si me permitís, haré una reseña de lo que ha sido el último concierto de la cuarentena.
The final concert
"The final concert" ha tenido lugar en la mañana del 17 de mayo en el balcón de mi casa. Los intérpretes hemos sido mi hermano (al teclado) y yo (al violoncello). Decenas de vecinos y viandantes se han detenido a ver el último de los conciertos de esta cuarentena, bien desde sus ventanas o balcones, bien desde su coche o manteniendo la distancia de seguridad.
La elección del repertorio ha sido consensuada entre ambos por los siguientes motivos:
The final countdown: Creo que no hay mejor canción para iniciar una cuenta atrás que nos lleve a esa normalidad que tanto añoramos.
El Adagio de Albinoni: Es una de las canciones que más veces hemos tocado a lo largo de nuestra vida, ya sea en la iglesia, en los poemartes, en algunos actos a los que hemos sido invitados... y en el balcón. Además ha sido una de las grandes peticiones por parte de nuestro público virtual.
Todo tiene su fin: Cuando los módulos escribieron esta canción en la década de los setenta, pusieron música a uno de los sentimientos más complicados del ser humano porque todos los finales tienen algo de nostálgico, de tristeza y de esperanza...
Abrázame porque el distanciamiento social sirve para combatir al Covid-19, pero no hay nada como un abrazo para reconfortar al abatido.
Despacito:Esta ha sido una de las canciones que Eduardo más a querido tocar durante esta cuarentena y yo he estado constantemente negándome a hacerlo. ¿Por qué? Porque es una de las canciones que menos me gustan y que desde mi punto de vista está muy sobrevalorada, pero entiendo que a veces hay que sacrificar los gustos propios para una buena causa...
Como una ola: España está repleta de grandes artistas. Artistas con mayúsculas, y eso a pesar de que desde las autoridades el fomento de la cultura es prácticamente nulo, no hay más que mirar el sistema educativo donde las artes están relegadas a poco más de dos sesiones semanales... También es una indirecta a la sociedad y a las personas que nos escuchan: El confinamiento se ha relajado al pasar a la fase 1, pero la batalla contra el Covid-19 aún no ha terminado y si no mantenemos las medidas de seguridad, el riesgo de una ola de repuntes acecha.
Aire: Soñé por un momento que era Aire ¡y qué sueño tan bonito! ¿Quién no ha sentido durante esta cuarentena ciertos celos de los pájaros, animales y el aire que podían vagar en libertad mientras nosotros estábamos encerrados?
Mix: Like a prayer / Jueves / The sound of silence. Cuando el repertorio es amplio, una de las opciones para condensarlo es hacer un mix. En este caso hemos realizado un mix de estas tres canciones montándonos nuestra propia película personal. El Mix habla de clamar al cielo tras la tragedia para pedir las fuerzas necesarias de seguir adelante... Las respuestas llegan, pero para verlas hay que ser capaz de saber escuchar...
La vie en rose: La vie en rose es una de las canciones de amor más bonitas que se haya escrito nunca. Edith Piaf es inigualable a la hora de interpretarla, pero aquí está nuestra humilde versión de tan destacable tema.
Volveremos a brindar: Esta ha sido una de las canciones más sonadas en todo el país durante la cuarentena. Un canto a la esperanza, a tener paciencia y a saber esperar con la seguridad de que todo esto pasará...
La vida es bella: Es quizás la película y la banda sonora más fascinante de la historia. No podíamos despedirnos de estos conciertos sin interpretar la canción más esperanzadora que se haya escrito jamás. Son tiempos duros, y puede que aún lo sean un poco más de tiempo, pero al final todo se reduce a vivir y a ser conscientes de la belleza que ello entraña
Por último, el concierto ha concluido con el Himno del Málaga C.F. Ha sido el vídeo que más visualizaciones y repercusión ha tenido de toda la cuarentena. Es un homenaje a la ciudad que más me gusta del mundo, a mi segunda casa y a la forma de ser y entender la vida que se tiene en aquella ciudad... Os mentiría si os dijera que soy futbolero, porque no está entre mis aficiones más destacables, pero ser del Málaga C.F. es algo distinto. Este equipo es pasión, coraje y sacrificio. Es un equipo que vive por y para la ciudad... He vivido algunos años cerca de la Rosaleda y aún recuerdo los partidos de Champions donde se podía soñar despierto en plena calle... El Málaga C.F., con perdón por la comparación, es como el Cautivo: Está en todas partes, en todos los corazones y en todas la vidas que se tienen que marchar de tan bella ciudad... Uno puede nacer en La Mancha, en Austria o donde sea, pero una vez que has vivido allí, su recuerdo y su pasión ya siempre te acompañan allá donde estés
Agradecemos de corazón a todos los vecinos que han dedicado un ratito al día para escucharnos, a quien lo habéis visto a través de las redes sociales, a mis padres, que se han encargado de grabar y difundir cada una de las actuaciones, y a todos los que en el futuro veáis lo ocurrido en mi balcón durante la cuarentena del coronavirus.
Gracias a todos de corazón.
Muchos me habéis preguntado sobre qué pasará a partir de ahora. ¿Se han acabado ya las actuaciones? Si y no. Es hora de cambiar el formato y de retomar otros proyectos. En cuando todo esté en una fase más avanzada, volveremos a compartir aquello que mejor sabemos hacer: disfrutar con la música. Mientras tanto, os invito a suscribiros a mi canal de youtube "Comolocosmusik" donde están subidos todos los vídeos de esta cuartentena... Ahora es tiempo de que huyan las golondrinas de tus alegres balcones; ya en la selva no hay canciones sino lluvias y neblinas...