UNA HISTORIA
Un astuto cazador de monos echó un puñado de sabroso arroz dentro de un coco al que había hecho un orificio en la parte superior. Rápidamente un mono hambriento descendió de su árbol, metió la mano dentro del coco, la abrió para coger un puñado de arroz y trató de sacarla, sin éxito. Entonces el cazador capturó al mono y se fue a su choza.
SOMOS COMO EL MONO HAMBRIENTO…
Cuando estamos tensos, no somos capaces de dejar pasar las situaciones que nos afectan, ya sean un pensamiento, una idea, un sentimiento, un recuerdo... No estamos preparados para “soltar”, y toda la vida sufrimos de esta incapacidad.
LOS YOGUIS APRENDEN A SOLTAR, DE UNA MANERA INTELIGENTE: SAVASANA YÓGUICA
Túmbate en decúbito supino, como en la fotografía, con las piernas y los brazos separados del cuerpo entre 30-40 centímetros. Respira profundamente, inhala y exhala varias veces, con calma, y después ve dirigiendo secuencialmente tu atención a cada una de las siguientes 16 zonas sensibles (llamadas Marmasthanas), deteniéndote un mínimo de 30 segundos en cada una de ellas:
1. Dedos de los pies y pies
2. Tobillos
3. Rodillas
4 y 5. Muslos y manos, a la vez
6. Ano
7. Órganos sexuales
8. Ombligo
9. Estómago
10. Corazón
11. Garganta
12. Labios
13. Punta de la nariz
14. Espacio entre los ojos
15. Frente
16. Parte superior de la cabeza
En cada punto, intenta relajarte y después, suavemente, pasa al siguiente punto. En el transcurso de unos días de práctica, deberías poder “soltar” y abandonar todo tu cuerpo a la gravedad.
A medida que avanzas en esta práctica de Savasana sientes alivio del dolor y del sufrimiento, se reducen las tensiones, el estrés disminuye, la impulsividad decrece, la presión sanguínea desciende, la mente se calma, la agitación se vuelve menor y la salud general mejora.
Una vez que has aprendido a relajarte y a soltar, puedes elaborar tus propias formas creativas de enfrentar situaciones difíciles por medio de la meditación.
MI EXPERIENCIA
Cuando comenzó la guerra civil en el Líbano, yo residía en Beirut, su capital. Toda la ciudad, y también la zona donde estaba el centro donde yo enseñaba yoga, se convirtió en una pesadilla de bombas que estallaban en cualquier lugar y a cualquier hora. En aquellos días fui testigo de acontecimientos terribles. Vi con mis propios ojos cómo un tirador mataba de un disparo en la cabeza a mi vecino cuando éste salía a toda prisa al balcón de su cocina para recuperar unas vainas de ajo. Cercado día tras día por el caos y la violencia, la tensión y el nerviosismo aumentaban. De modo que a menudo me sentaba en una postura meditativa frente a un gran retrato de mi guruji, Shri Yogendra, y así, meditando junto a él, yo encontraba consuelo.
Finalmente fui rescatado por un grupo de combatientes que, como caídos del cielo, me pusieron a salvo. Todavía hoy, después de varias décadas, siento a veces las vibraciones de las bombas explotando. Pero uno tiene que borrar estos recuerdos: debe soltarlos y dejarlos marchar. Y disfrutar de la paz.
Harold Sequeira, Maestro de Yoga en The Yoga Institute (India)
-Traducción: Juan Felipe Molina-