Entre el 17 de marzo y el 16 de septiembre de 1985 se celebró en la ciudad de Tsukuba, a 35 km de Tokio, una exposición internacional dedicada a la evolución tecnológica y su impacto en la vida cotidiana.
El embajador de México en Japón, que en aquellos días me había invitado a Tokio para dirigir unos programas de yoga, me llevó con él a la inauguración de esta exposición.
Fue una feria multitudinaria, con 48 países participantes e impresionantes pabellones futuristas que mostraban al mundo cómo Japón lideraría el futuro de la robótica. En Tsukuba se congregaban algunos de los más brillantes académicos, ingenieros, científicos y lingüistas, que disponían de todos los recursos necesarios para crear prototipos de robots para los hogares. En uno de los pabellones pude ver a un hermoso robot ejecutar a la perfección la novena sinfonía de Beethoven. En otro experimentaban con robots que enseñaban ejercicios corporales a niños, con vistas a que incluso pudieran enseñarles yoga físico.
ROBOTS INSTRUCTORES DE YOGA
Existen robots que enseñan movimientos sencillos de yoga, una tecnología que, con el tiempo, se desarrollará y perfeccionará. Y aunque, por ahora, los alumnos prefieren profesores de yoga humanos (la presencia de un maestro de carne y hueso sigue siendo un factor esencial) es posible que, al actual ritmo de crecimiento en la demanda de cursos en línea, no esté lejos el día en que los “roboyoguis” ayuden en las clases de yoga. Toda una lástima que llegase a desaparecer la mano sanadora del maestro humano.
¿Cuáles podrían ser los beneficios de que los robots enseñasen yoga? ¿Mayor productividad? ¿Jornadas ininterrumpidas de clases? ¿Nulo absentismo laboral? ¿Ausencia de reivindicaciones laborales? Pero no olvidemos que, tradicionalmente, el gurú (siempre un maestro humano) es una figura esencial, una condición sine qua non para la enseñanza del yoga. Y los robots no cumplen este requisito. Además, puede que un “roboyogui” no supiese cómo corregirte.
Quizá no esté lejos el día en que un robot te abra la puerta de tu centro de yoga. Después de eso, ¡quién sabe!
Harold Sequeira, Maestro de Yoga
Traducción: Juan Felipe Molina