El propósito de la materia

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Son las 13:27 del Martes, 23 de Abril del 2024.
El propósito de la materia
¿Cuál es el propósito de la materia? En otras palabras: ¿para qué le sirven al ser humano los bienes materiales?
 
Si acudimos a la rica literatura del yoga y repasamos los Yoga Sutras de Patanjali, encontraremos en el sutra 2.18  la respuesta a la pregunta anterior: la materia nos ayuda a ganar experiencia para, después, conducirnos a la liberación. 
 
En efecto, la materia tiene un fin instrumental para el ser humano. Esto se entiende con claridad en un nivel muy elemental: los tenedores tienen dientes porque este diseño ayuda a comer ciertos alimentos, una silla tiene como finalidad el que nos sentemos en ella, una cama sirve para dormir, y así sucesivamente.
 
En una dimensión más global y universal, el propósito de la materia (Prakrti) no es otro que Bhoga-Apavarga: proporcionar experiencia al ser humano para ayudarle a alcanzar la liberación. Pero esto no siempre es así. Veamos un ejemplo. 
 
BHOGA-APAVARGA
 
El joven y apuesto señor Aupa lo tenía todo: una gran casa con jacuzzi en cada baño, coches de alta gama en el garaje, una bodega abastecida con los vinos más selectos, carísimos diamantes que su esposa lucía con orgullo, vacaciones en destinos exóticos... Y él disfrutaba con delectación de esa vida hedonista y de los lujos que su altísimo poder adquisitivo ponía al alcance de su mano.  
 
Un día, el señor Aupa se apuntó a mis clases de yoga. Al poco llegó el momento de estudiar los Yoga Sutras de Patanjali y, cuando leímos el sutra 2.18, presintió que su hedonismo estaba a punto de acabar. El mundo material (Prakrti) le había dado lo mejor y él lo había disfrutado, pero ahora se le presentaba la ocasión de ver la otra cara de la moneda.
 
Los cambios llegaron de forma inesperada, con rapidez y contundencia. La transformación tecnológica hizo que los anticuados métodos de trabajo en las fábricas del señor Aupa dejaran de ser competitivos en el entorno industrial moderno, de modo que sus ventas se desplomaron. Las pérdidas no paraban de crecer y tuvo que pedir préstamos a los bancos, pero no pudo devolverlos. Sus valiosos coches fueron embargados, sus comidas en los restaurantes de lujo se esfumaron y no le quedó más remedio que malvender los diamantes de su esposa. Lo que sí aumentaron exponencialmente fueron sus visitas al psicoterapeuta. El mundo material (Prakrti) le había dado Bhoga: riqueza, objetos caros y el disfrute de los placeres hedonistas. Toda una experiencia que, realmente, no había merecido la pena, pues casi de un día para otro pasó de tenerlo todo a luchar por la simple subsistencia, por un humilde plato de lentejas. 
 
Cuando las risas y los placeres se acabaron, cuando los coches carísimos fueron sustituidos por una moto vieja, cuando la abundancia dio paso a la escasez, el señor Aupa fue consciente de que no estaba preparado para ese tremendo impacto. Prakrti, la materia, le había dado riqueza, pero él no había aprovechado esa experiencia para alcanzar Apavarga, la liberación.
 
LA HORA DE APAVARGA
 
Se trataba de otro viaje más, pero lo que nunca creías que sucedería, de repente, ocurre: miles de maletas en la terminal del aeropuerto, cientos de vuelos cancelados, seis horas de espera en la sala de embarque, cuatro horas para conseguir un sándwich en la cafetería… Tiempo más que suficiente para reflexionar sobre el colapso que sobreviene cuando a nuestra vida de confort y facilidades la paraliza lo incontrolable. Cuando lo inevitable toma el control.
 
Admitámoslo: todas las apuestas están cerradas y los días de indulgencia han terminado. Nuestra alma, precursora de Apavarga (la experiencia espiritual) nos dice que ya es suficiente. No desaprovechemos la ocasión de distinguir entre lo que es real y lo que es un simple y efímero espejismo. Aprendamos la lección y no desperdiciemos nuestras vidas. ¿Correr, sólo y sin más, tras el oropel y la gloria? Esa película ya la hemos visto antes muchas veces y sabemos cómo acaba: los héroes se convierten en nada y pasan de conducir coches de lujo a ser llevados en coches fúnebres. ¿No te das cuenta de que es una locura?
 
Harold Sequeira
Maestro de Yoga. The Yoga Institute. Bombay (India)
-Traducción: Juan Felipe Molina-