Mi gran maestro, el doctor Jayadeva Yogendra, enseñaba que existe una ley cuyo efecto es inapelable en nuestras vidas: la Ley del Cambio.
Si observamos con atención cuanto ocurre a nuestro alrededor, así como dentro de nosotros mismos, comprobaremos que todo lo que existe (incluidas la mente y la materia) está sometido a un constante proceso de cambio y transformación. La taza de té en la que ahora bebes fue antes arcilla que se moldeó para darle su forma actual; la taza envejecerá, se deteriorará, tal vez se astille, se rompa y vuelva finalmente a convertirse en arcilla.
Existe una teoría en la filosofía Samkhya llamada Satkaryavada según la cual todo lo que existe no se destruye, sino que cambia de forma. El gran sabio Kapila, fundador del Samhkya, y su digno seguidor Ishvarkrishna han sido fuente de inspiración para los casi 70 grandes maestros de Samkhya durante los últimos veintisiete siglos en la India. A través de Samyama, que es el proceso conjunto y unitario de Dharana-Dhyana-Samadhi (ver Yoga Sutras III.4 y siguientes) la conciencia del yogui se expande y extiende a todas las etapas del cambio para comprender este proceso. Un cambio explicado en profundidad por la teoría de los gunas, los tres bloques de construcción y fuerzas fundamentales de la naturaleza (Yoga Sutra II.18) que están en constante actuación, interdependencia y, obviamente, transformación.
Durante casi 3000 años el “I Ching”, el Libro de las Mutaciones, ha sido y es una fuente de sabiduría en el Tao y en el Confucionismo. Mediante los hexagramas de este libro, el sabio chino, y quien acierte a descifrar sus vaticinios, llega a comprender el futuro para así actuar en consecuencia en el presente, partiendo de la premisa del cambio como única realidad inapelable. El “I Ching” actúa como un oráculo, ofrece sabios consejos acerca de los cambios futuros y brinda sus servicios a quienquiera que busque la alternativa adecuada en las encrucijadas de la vida.
Hace ya varios años que mi anfitrión en Atenas, César Pérez Saavedra, por aquel entonces embajador de México en Grecia, me condujo hasta Delfos, en el corazón del país heleno. Allí pude contemplar las ruinas del Templo de Delfos, el lugar donde la suma sacerdotisa del oráculo profetizaba sobre el futuro con una sabiduría asombrosa. Al despedirnos dimos nuestro Namasté a esta fuente de sabiduría espiritual de la Antigua Grecia y recordamos al gran sabio Sócrates, cuyo método de enseñanza (el método socrático) aun hoy en día supera en efectividad a tantos otros métodos de aprendizaje, incluido el aprendizaje memorístico que con frecuencia utilizamos en la India y en tantos otros países. No en vano, Sócrates afirmaba que el aprendizaje memorístico produce una inteligencia mediocre.
Son tantas y tan relevantes las conexiones entre la filosofía de los Yoga Sutras y la filosofía griega que tuve el privilegio de dirigir más de veinte seminarios sobre este tema en Atenas. Por citar sólo dos ejemplos, Pitágoras estudió en profundidad la antigua metafísica india contenida en el nāda yoga, así como los mantras y el ingente conocimiento de los sabios de la India. Y Plotino, autor de las Enéadas y fundador del neoplatonismo, hablaba del intelecto y del alma para describir la unión mística como “el vuelo del alma hacia Dios”.
Harold Sequeira
Maestro de Yoga. The Yoga Institute. Bombay (India)
-Traducción: Juan Felipe Molina-
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