Samyama sobre la Luna:
una meditación griega de Sócrates
Sócrates medita sobre la Luna
Sócrates, el más genial de los místicos griegos,
fue hasta un olivar en las afueras de la ciudad
en una noche de Luna llena, para meditar
durante el esplendor del astro.
Antes de caminar varios kilómetros,
descalzo, con un pan endurecido
guardado en una escudilla de madera,
llenó su cantimplora
con agua fresca del manantial.
Llegó al olivar tras una hora de caminata.
Había dicho kalinikta (buenas noches)
a Jantipa, su esposa. Ella sabía que él
iba a hacer su meditación mensual,
pero no sabía el dónde, el por qué ni el cómo;
su lengua era afilada,
era una mujer mordaz, una arpía,
así que Sócrates marchó en silencio.
Erguido para meditar
Fuerte era Sócrates,
cantero de joven
que había trabajado el mármol;
fuerte de músculos y tendones,
fortalecido además con sus prácticas místicas, que hacía solo,
para estar cerca de su alma
y, desde ella, cerca de Dios.
Noche de esplendor
Aquella noche, Sócrates contempló la Luna
allá en el cielo, con un matiz azulado,
rodeada por una luz celestial,
y pasó durante la primera hora
por las tres fases de la meditación:
primera, una intensa concentración mental, utilizando los ojos;
segunda, cuando la Luna queda fijada en sus ojos;
y tercera, cuando se capturan sus profundidades insondables.
Desde allí la mente se aparta
y sólo queda la Luna.
Sócrates, como cuerpo-mente, ha desaparecido.
Está en trance, está en samadhi.
Es como si él se hubiera convertido
en parte de la Luna a través de la meditación.
Su alma ve la Luna en todo su esplendor,
desde su origen hasta el momento presente.
Partida de rescate
Jantipa envió un grupo de búsqueda
para encontrar a Sócrates.
Lo hallaron en el olivar, congelado.
Lo reanimaron y lo llevaron a casa.
Estaba transformado,
pues había penetrado en el corazón de la Luna
y, así, las constelaciones circundantes,
sus movimientos, su fuerza y su energía
se hicieron conocidos para él.
Harold Sequeira
Maestro de Yoga en The Yoga Institute de Bombay (India)
Traducción del inglés y adaptación: Juan Felipe Molina