Durante la catastrófica pandemia de COVID-19, se produjeron muchos cambios en la enseñanza y en la práctica del yoga. En primer lugar, la pantalla del ordenador reemplazó al instructor, y mediante el uso de plataformas de videoconferencia muchos estudiantes descubrieron que podían iniciar o proseguir su entrenamiento de yoga desde sus propios hogares. Según las estadísticas, el porcentaje de practicantes de yoga en casa utilizando estas aplicaciones creció hasta llegar casi al 67%. Ciertamente, la inteligencia artificial ayudó a profesores y estudiantes a desarrollar su actividad.
En las clases tradicionales de yoga siempre había un gurú que daba una charla o impartía una clase práctica. En la India tradicional, éste era el método preferido. Recuerdo mi gran impaciencia cada tarde por llegar al Yoga Institute y sentarme cerca de los venerables pies de Yogendraji, al estilo de nuestra antigua tradición de los Upanishads. Allí, junto al Maestro, el alma saboreaba las sabias enseñanzas de yoga.
Sin embargo, durante la pandemia apenas hubo otro modo de recibir clases de yoga que conectarse virtualmente a ellas. Aunque la forma y el formato se volvieron mecánicos, porcentualmente más estudiantes aprendieron a través de estos medios perfilados según el método de la inteligencia artificial que a través del método tradicional.
La pandemia acabó, pero la inteligencia artificial está provocando y va a provocar más cambios radicales, antes inimaginables, que serán aún más drásticos y dramáticos que los que produjeron otros inventos y descubrimientos anteriores. Así, el instructor de yoga entrenado en IA podrá aplicar en el acto prácticas diseñadas a la medida de cada necesidad de cada alumno. Y quienes tengan cualquier problema físico podrán obtener variantes adaptadas a ellos de una misma práctica. Por ejemplo, un niño con un solo brazo, ¿cómo hará Talasana? O un estudiante que padece Parkinson, con temblores, ¿qué variaciones, qué patrones y ratios de respiración seguirá? Bien, el instructor podrá consultar su robot de IA para encontrar la solución al instante.
Sin embargo, ¿qué ocurrirá con las charlas de yoga? ¿Escucharán los estudiantes a una máquina de IA hablando sobre asuntos sublimes? Lo dudo. Pero si se trata de una exposición sobre asanas, tal vez el robot de IA pueda hacer un trabajo aceptable. También en cuestiones de salud, un robot de IA podría ser de gran ayuda. Los datos y detalles sobre diversas enfermedades podrían procesarse rápidamente y después, con el toque humano, mejorar. ¿Qué practicar?, ¿qué comer?... la información estará al alcance de la mano.
En definitiva, la inteligencia artificial está aquí, ha llegado para quedarse y se convertirá en una parte integral de la enseñanza del yoga. Asi que, por si acaso, ve encargando tu robot. Pero elige bien.
Harold Sequeira
Maestro de Yoga en The Yoga Institute de Bombay (India)
Traducción: Juan Felipe Molina