Stockhausen, 11 de septiembre

Son las 03:25 del Lunes, 29 de Abril del 2024.
Stockhausen, 11 de septiembre

 

 

Hace unas semanas, os hablé sobre Stockhausen, un compositor alemán del siglo XX, que hizo de la electrónica su lenguaje musical y llevó a cabo obras musicales de gran envergadura logística como la que os conté en Stockhausen: Un cuarteto en las alturas.

Hoy vuelvo a hablaros de él, aunque en esta ocasión no os vengo a hablar de su faceta musical precisamente.  Será el aniversario de aquel fatídico 11 de septiembre de 2001, donde tuvo lugar uno de los mayores atentados que ha sufrido la cultura occidental en su historia reciente. Aquel día marcó a todos lo que lo presenciaron, ya fuera desde Nueva York, o desde el salón de sus casas a través del telediario.

Hubo multitud de voces del mundo de la cultura que condenaron dicho atentado. Stockhausen, como no podía ser de otra manera, también se manifestó, definiéndolo como “la mayor obra de arte de todos los tiempos”.

El revuelo estaba servido.

Inmediatamente después de sus declaraciones, miles de personas le criticaron ferozmente afirmando que un atentado donde habían perdido la vida miles de personas no daba posibilidad alguna a considerarse una obra de arte, pues las vidas humanas están muy por encima (o al menos deberían) de la mayor obra de arte jamás realizada. Algunos colegas suyos, como Ligeti (compositor de la banda sonora de “Una odisea en el espacio”, entre otra muchas obras de las cuales os hablaré en algún momento) dijeron que “Si de veras ha dicho eso, habría que encerrarlo en un manicomio”.

Por supuesto, Stockhausen se defendió de las críticas, abriendo una página web donde explicaba detalladamente cuales fueron sus palabras exactas, que rezaban “la mayor obra de arte de Lucifer, el ángel caído que encarna la destrucción” y cómo el periodista alteró su frase para alcanzar fines políticos.

Independientemente de la manipulación de sus palabras por parte de la prensa, Stockhausen fue un visionario musical sin precedentes y no creo que de verdad dijera semejante barbaridad.

Marcelino Mora González