Por Antonio Carmona Márquez
El agua tiene memoria. Este río rectilíneo, calatravo y de secano recuerda después de tanto tiempo que sus aguas han de discurrir de este a oeste. Deja correr sus aguas sin prisa, las pocas aguas que, después de tantas lluvias, le ha dejado a regañadientes la planicie sedienta que le circunda y un mar ondulado de siembras.
Fluye con parsimonia silente ante volcanes apagados y cerrillos habitados en la prehistoria, bajo un puente romano, ante un yacimiento visigodo, una ermita del siglo XIII con toponimia oretana, pozos con sus norias que hoy alojan palomas, una estación sin trenillo ni vías y unos caparuchetes, que son ya la ruina de un pasado muy reciente.
Todo esto nos lo cuenta el río, porque el agua tiene memoria.