Alguien decidió edificar aquí una inmejorable alegoría al buque varado y al marinero en tierra, fondeado en una encrucijada ciudadrealeña a medio camino entre Madrid y Sevilla. Este pétreo navío con algunos cañones por banda y un ancla noblemente herrumbrosa, no corta el mar, sino que se enseñorea en las estribaciones de Sierra Morena, convirtiendo una presunta tierra de paso en vivienda.
Construcción de corte renacentista con exterior parco que contrasta con un luminoso atrio interior flanqueado de corredores abovedados y expresiones manieristas, cubierto de frescos que representan escenas mitológicas y batallas navales para realzar el poderío y la bravura militar del inquilino.
Tres euros, tres, cuesta la visita. Muy poco para lo que ofrece al visitante, convencidos como estamos de que una aportación económica incentiva el interés, la curiosidad y el número de visitas, más allá de “lo gratis”, primo hermano del menosprecio y la desidia.
Este escenario de antiguas series y películas sigue aún pagando el alquiler a la Armada con una peseta de papel, en la que aparece la imagen del propio Álvaro de Bazán. Si todavía hay alguien que se pregunte por qué precisamente aquí se erigió este palacio, hallará la respuesta en la sabiduría popular referida en el dicho de este apacible y maravilloso pueblo: “El marqués de Santa Cruz hizo un palacio en El Viso, porque pudo y porque quiso”.
