“Ya no te quedan más Troyas para quemar”. Ahora sí que puedes cantarlo bien alto con tu voz tan peculiar y sublime, tan potente, plañidera y bellamente pueril. “¡Mataría un dragón por ti!”, recuerdo que me gritaste en uno de tus temas (“TROY”. Sí, antes se decía “temas”). Y yo me lo creí, porque sentía, mientras te escuchaba, cómo mis dragones languidecían al tiempo que revivía esa parte Ave Fénix de mí. Pero, ¿qué ocurrió con tu dragón?... No me digas que no hubo quien se atreviera a matarlo por ti. A veces nadie ve tu dragón excepto tú mismo y es entonces cuando te toman por loco. Y, ¡cuidado!, es entonces cuando te vuelves loco de verdad.
Eras una niña, una adolescente huérfana, talentosa, preciosa que hablaba de abusos a finales de los 70, a principios de los 80. ¡Qué inoportuna! ¡No era el momento! Mucha gente no te creía, mucha otra gente te creía pero miraba hacia otro lado y —ahora vienen los más mezquinos— esa gente que te creía y te decía aquello de: “por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa… ¿Qué habrás hecho para que te ocurra algo así? ¿Qué NO habrás hecho?” Debe ser tan sencillo manipular a una adolescente, tan solo hay que ser un malnacido sin escrúpulos. Te colocaron en una institución religiosa, donde tuviste la suerte de conocer a quien regó tus mejores semillas y la desgracia de toparte con quien despertó tus dragones, tus peores monstruos, bajo la manida excusa de la “verdadera fe” que ha de guiarte por “el buen camino.”
Aquello desembocó en la mujer que fuiste, una artista rapada, ahora ya no como castigo-correctivo sino como marca de identidad. Una adulta con pataletas de adolescente rabiosa que rasgó la foto del Papa Juan Pablo II en directo, en la BBC, en la década de los 90, mientras nos arengabas: “¡Luchad contra el verdadero enemigo!” Una irlandesa perdida que se fue cerrando puertas a sí misma, desorientada, que buscó la respuesta en otros cultos, que no se dejó fagocitar por la industria musical, que perdió a uno de sus hijos… La canción que más popularidad te otorgó la hemos usado para aprender y enseñar inglés. Incluye una frase que se puede aplicar a cualquier ser humano, aunque precisamente para ti podría ser el epitafio perfecto: “NOTHING COMPARES 2U”