“la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Groucho Marx
Incluso si Aristóteles definía la política como el “arte de lo posible”, cuando esta carece de argumentos para ganar la confianza del pueblo, recurre a la demagogia. Esta, en el fondo, busca su dominación tiránica, convirtiéndose en instrumento de la propia ambición política. El pueblo, sentido y convertido en ignorante.
Esta forma de tiranía, que de manera más o menos intensa o descarada siempre conocimos, es práctica habitual en los fondos y en las formas de nuestra clase política.
Estas últimas semanas hemos asistido en España a un debate social tan cómico como estéril, disfrazado de tragedia ibérica, pero con un fondo repleto de demagogia y de manipulación. Me refiero al uso que Irene Montero, una de las lideresas de Podemos, ha hecho de la canción de una tal Rigoberta Bandini en su fracasada candidatura a representar a RTVE al festival de Eurovisión. “Ver para creer”. El estribillo dice así: “No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas. Sin ellas no habría humanidad ni belleza”. Esto fue aprovechado por la “politiquesa” para sacar la retahíla de reivindicaciones sociales y políticas con el más puro estilo feminista demente-radical. La borregada aplaudió sin rechistar mientras fabricaba el pavor a la mujer que a buen seguro no tenían. El poder de la mujer viéndose reducido al miedo que produce “un par tetas” reproduce así el más puro estilo machista.
Imagino la reacción de estas maestras de la exclusión o de la fiscalía (con razón) si un hombre hubiese cantado: “No sé por qué dan tanto miedo nuestros cojones. Sin ellos no habría humanidad”.
Falsa es la arengada y también el significado profundo de lo que representan “las tetas” tanto para el hombre como para la mujer.
Los pechos de la mujer y más concretamente una de sus funciones como es la lactancia es crucial en el desarrollo del ser humano, macho o hembra. No solamente como nutriente sin igual sino como el elemento inicial de apego afectivo más profundo que existe. El bebé hasta el cuarto mes cree que la madre, el pecho y él constituyen una misma unidad. De este modo, el ser humano tendría su primera depresión cuando se separa del pecho de su madre. Así pues, ni los pechos ni la propia mujer nos dan miedo a los hombres sino seguridad y admiración estética o libidinal que, como motor de vida no tiene precio.
No es miedo sino preocupación la que tenemos algunos hombres a tenor de los argumentos y las formas utilizadas por la expresión de este “machismo de nuevo cuño” que se llama “feminismo radical”.
La exclusión de la mujer es un problema cultural, social y político. Sin embargo, la violencia de género, en uno u otro sentido, además de educativo es un problema de enajenación mental.
No necesitamos tutelas de políticos interesados en que el “nuevo negocio” de la política de género les saque del ostracismo intelectual y político. Necesitamos eso sí, “un par de razones” para que polític@s, filósof@s, educador@s y terapeutas se impliquen en evitar el desencuentro entre seres humanos felizmente condenados a entenderse y, en si acaso, a amarse.
Aunque viendo la borregada aplaudir pensé una vez más en aquel refrán atribuido a Winston Churchill por el que “cada pueblo tiene el gobierno y por ende la clase política que se merece”.