Por Eduardo Egido
Afirmar de alguien que es un espejo donde mirarse significa una cumplida alabanza porque es decir que constituye un modelo digno de ser imitado. Naturalmente, después es obligado demostrar que la afirmación no es gratuita ni exagerada. Pues bien, tengo por cierto que Paco Recuero, casi nonagenario y natural de Argamasilla de Calatrava, donde ha residido siempre, es un hombre que merece ser imitado en su modo de pensar y de actuar. En definitiva, en su manera de vivir.
De casta le viene al galgo, como suele decirse con la intención de reconocer en una persona las cualidades de sus progenitores. Su abuelo paterno fue Hermenegildo Recuero, apodado “el templao”, no se sabe con certeza la causa, aunque posiblemente obedeciera al temple de su carácter. Una muestra de ello fue la ocasión en que se fracturó la muñeca al caer de una yegua un domingo de los años cuarenta del pasado siglo. Hasta el día siguiente, bien entrada la noche, no pudo ser asistido en Ciudad Real y soportó la dolorosa operación sin emitir un quejido. El médico lo alabó: “es usted un tío bien templado”. A lo que respondió él: “ese, ese en mi apodo”.
Sigue la casta con su padre, Sandalio, que dejó una profunda huella en la villa vecina. Identificarme en Argamasilla como sobrino nieto de Sandalio, el de la carpintería, es un aval para que me reconozcan de inmediato. Y me concedan reputación. Vienen a mi memoria las reuniones familiares de mi infancia como marco de las buenas relaciones y afectos de mis ascendientes. En ese ambiente cordial, destacaba la figura de mi tío abuelo Sandalio y sus atinadas opiniones, que todos escuchábamos en un respetuoso silencio. Su actitud patriarcal y su discurso sosegado impresionaban porque venían a confluir en un acabado ejemplo de…templanza.
Con estos mimbres, Paco Recuero sabe que se hacen buenos cestos. Y a ello se aplica por todos los medios a su alcance, que no son pocos: siempre está dispuesto a echar una mano, sea para solucionar un problema particular, sea para engrandecer a su pueblo. En este sentido, su última colaboración fue la decoración navideña de las calles de la villa junto a muchos de sus vecinos. Recurrir a Paco es tener la seguridad de contar con su apoyo de antemano y con una destreza adquirida a lo largo de muchos años en la carpintería familiar. Lo mismo resuelve las obras de trazo grueso que las filigranas.
Su filosofía es el realismo, la aceptación de las cosas que ocurren, porque a nada conduce lamentarse. Reconoce que es herencia de sus mayores, personas que tuvieron que superar las dificultades propias de duras épocas. Es admirable su actitud de poner al mal tiempo buena cara y seguir adelante sin objeciones. Conversar con él es asistir a un depurado ejercicio para despejar dificultades, dificultad que se cruza en su camino, dificultad que aparta, sutilmente pero sin concesiones.
Durante el tiempo de la pandemia hablábamos con frecuencia por teléfono. Sorprendía que un hombre de edad avanzada viviera la situación con tanta serenidad. Se mostraba como un joven que consideraba que en caso de contagio no le haría mucha mella. Y ponía de manifiesto una fortaleza de ánimo a prueba de toda eventualidad. Su conversación resultaba reconfortante para afrontar una situación que infundía pavor.
Paco, cuyo único hermano es médico, prefiere mantenerse a distancia de la profesión. Hasta tal punto, que recientemente acudió al hospital de Puertollano para una consulta y no pudieron localizar su historial médico. Aclaró que nunca había estado en el hospital en calidad de paciente. ¡Una persona de cerca de 90 años sin historial médico! El personal hospitalario, sorprendido, se llevaba las manos a la cabeza.
Tiene iniciativas que ponen de manifiesto su generosidad. Hace años encontró entre los papeles de su padre el cartel de una corrida de toros celebrada en Lisboa en 1925. Pensó dónde valorarían mejor el documento y se dirigió a la concejalía de cultura del ayuntamiento de Lisboa para ofrecérselo desinteresadamente. Lo aceptaron y le indicaron que lo remitiese al “Museu da Ciudade” de dicha capital. Así lo hizo y recibió sendas cartas de agradecimiento -una de la concejalía y otra del museo- dirigidas al “Excmo. Senhor D. Francisco Recuero”. Bromea exigiendo que se le dispense ese tratamiento.
En otra ocasión, hizo obras en su vivienda -de notable antigüedad- y aparecieron en el umbral de una puerta dos piezas de madera que habían sido ejes de carro. Quisieron comprárselas, pero creyó mejor donarlas a alguna entidad donde las aprovechasen. Contactó con el Museo del Carro de Tomelloso y las aceptaron. Las envió, abonando incluso el transporte, y…no recibió ni las gracias. Una de cal y otra de arena.
En su larga vida ha ido acopiando multitud de experiencias y anécdotas ya que por su trabajo y su carácter extrovertido se ha relacionado con mucha gente, tanto de su pueblo como de otras localidades. A ello hay que sumar su buena memoria, que retiene infinidad de hechos protagonizados por multitud de personas. Es una delicia escucharlo cuando se hace eco de historias sucedidas a lo largo del pasado siglo, fruto también de lo que ha escuchado a sus mayores. Con ese bagaje, y animado por su familia y su amigo Silverio Recuenco, ha compuesto y publicado “Viejas historias y anécdotas de Paco”. Se trata de un libro ameno y divertido que recorre la historia doméstica de su población, rescatando sucedidos de personajes populares y recopilando frases que todavía hoy no han perdido su vigencia.
Nuevamente salió a relucir la generosidad de Paco cuando el editor propuso hacerse cargo del coste de la publicación y poner el libro a la venta. Rechazó la fórmula el autor y pagó la publicación de su bolsillo para darse el gusto de regalar los ejemplares a familiares y amigos. También ha dado muestras de generosidad su amigo Silverio, al pasar a ordenador los textos y aportar esta semblanza de Paco: “Tras varios años jubilado / un ilustre carpintero / emulando a Cervantes / tomó pluma y un tintero / para plasmar en papel / sus vivencias y recuerdos…”
Paco Recuero es un hombre alegre y desprendido que apura hasta el final lo que la vida ofrece. No pide ni más ni menos, consciente de que acomodarse a la realidad es una sabia actitud que recompensa a quien la adopta.
Un fuerte abrazo, querido Paco.