Jubilarse. Otra etapa

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Son las 16:36 del Jueves, 9 de Mayo del 2024.
Jubilarse. Otra etapa
 
Hay situaciones  difíciles de entender en veinticuatro horas, que es la diferencia entre el último día que has trabajado y el primero que disfrutas como jubilada.
 
Te vas preparando a medida que pasan las hojas de tu calendario personal. Piensas que ya has trabajado bastante, que te apetece ocupar tu tiempo en otras cosas, que ya está bien de horarios y que ahora quieres ir a tu aire.
 
Programas para tí el  día a día, con la ilusión de comenzar de nuevo, tratando de dar más importancia a lo que disfrutas con las actividades o cosas en las que vas a ocupar tu tiempo, para no poner toda la atención en ese futuro, que puede traer consigo el deterioro, la falta de independencia, la enfermedad y por supuesto el final de todos que es la tan temida muerte.
 
Por suerte, cada vez nos hacemos mayores con mejores condiciones de salud, de expectativas, de sueños por cumplir y cargados de ganas de sacar partido a la vida.
 
Pero hay cosas para las que nadie te prepara, como el parecer tonta de repente.
 
Llegado el día, te jubilas y por el hecho de ser pensionista, hay gente que parece pensar que de tu cabeza se ha borrado todo el conocimiento y ya no sabes nada. Ponen en duda tu capacidad para casi todo. Es como si  ser una persona jubilada, nos hubiera hecho pasar por un formateado   de cerebro y nos lo hubiera dejado plano.
 
Haya sido la que haya sido tu responsabilidad laboral, te jubilas y para mucha gente parece que te has convertido en otra persona.
 
Unos te paran por la calle con la pregunta típica de ¿Cómo estás, que tal lo llevas? ¿Extrañas el trabajo? Estos suelen ser aquellas personas que tienen ya una fecha próxima de jubilación y quieren saber por tu experiencia personal lo que les deparará el futuro.
Otros, sencillamente, te ignoran. Has dejado de ser importante para ellos. Te has convertido en invisible porque ya no les va a vender el pan, no les vas a atender en la oficina bancaria o no te van a poder pedir algún favor. Son las personas utilitarias, que te han tenido en cuenta solo por el interés que pudieran obtener de ti.
 
Por último están los jóvenes, aquellos que se quejan de no poder llegar a la jubilación, dado como están las cosas, por lo que a su juicio, debemos estar encantados de la vida, aunque tampoco se paran a escucharnos ni entendernos.
 
Vivimos en una sociedad que rinde culto a la juventud, donde los mayores no tienen importancia, salvo por hacer demasiado elevado el capítulo de dinero invertido en las pensiones. Pocos piensas en los esfuerzos y trabajo que han tenido que realizar las generaciones que nos precedieron, la cantidad de cosas que no pudieron vivir y disfrutar para poder avanzar hacia el futuro.
 
La importancia de lo que los mayores hayamos hecho, ya haya sido en nuestra vida laboral, personal, social, queda borrada, como si no hubiera pasado nada. No hay reconocimiento de los esfuerzos realizados, de las metas logradas, de los cambios planteados.
Creo que nuestra sociedad da poca importancia al valor de la experiencia y así nos va.
 
Sobre todo los jóvenes creen que por el hecho de serlo, están en posesión de la verdad absoluta y cualquier cosa que les digas, les parece pasada e incorrecta. Dan más fiabilidad a lo que ellos piensan, incluso de lo que no han vivido y ponen en duda lo que se les cuenta.
Yo he vivido los 60, los 70, los 80, los 90… he cambiado de siglo y aquí sigo.
 
Puede que no me acuerde del nombre de una persona en un instante, aunque incluso sepa la letra por la que empieza; que no recuerde lo que he comido hoy, ya que la memoria inmediata se hace más lenta con la edad. Pero cuando vas cumpliendo años, la memoria remota se vuelve muy nítida y tornan  a nuestro cerebro muchas vivencias, imágenes y recuerdos, tan claros y con tanto detalle como si los estuviéramos viviendo de nuevo.
 
Puedo hablar con más conocimiento y fiabilidad de las cosas que han pasado, de cómo era nuestro día a día , de las características de nuestras casas, nuestros colegios, de la vida en la universidad en ese período, de acontecimientos  importantes en la historia de nuestro país vividos en persona, de cómo nos divertíamos, de lo que podíamos y no podíamos hacer, de como pensábamos y como sentíamos.
 
Parece que las nuevas generaciones e incluso algunas personas de las nuestras, nos quieren convencer de una nueva realidad, pero no, las cosas son como se han vivido. Nuestras vivencias son reales, pueden estar algo moldeadas por nuestra memoria, pero no dejan de ser una realidad.
A no mucho tardar, nos negarán también a los mayores la realidad de nuestros recuerdos.
 
Lourdes Carrascosa Bargados