Hablemos de forma distendida.
Hace poco tuve un sueño. Un sueño sobre el cambiante mundo del yoga. Y al contemplar la transformación del yoga en los últimos tiempos, empecé a sudar.
Las comunidades de yoga de todo el mundo estaban bastante unidas. Eran, a menudo, congregaciones de almas concurrentes que utilizaban el cuerpo como herramienta de comunicación. Sus profesores se dedicaban a ellas con esmero, exhibiendo una especie de síndrome del padre de familia que acechaba en su hemisferio derecho, desde el lado expansivo del cerebro. Pero entonces llegó la pandemia. Los centros de yoga, como la vida en general, se paralizaron, surgieron clases a través de videoconferencias y de reuniones virtuales, los profesores dieron el salto a la pantalla y los estudiantes pudieron seguir cómodamente las clases desde el sofá de casa.
Las plataformas de videoconferencia también proporcionaron capacitación para los profesores. Si estabas dispuesto a pagar el precio, podías conseguir un diploma de profesor de yoga, o varios a la vez. Aparecieron caras nuevas, profesores convertidos de la noche a la mañana en expertos que crearon un nuevo tipo de yoga. Un yoga extraño para los viejos yoguis fosilizados.
EL YOGA TRADICIONAL: PATANJALI Y SU PARADIGMA
Durante los últimos dos milenios, si bien el Yoga se fue transformando, la forma y la fórmula creada por Patanjali de los ocho pasos del yoga clásico fue sacrosanta. Una formulación que Shri Yogendraji resucitó y revivió en el siglo XX. Según el erudito Ram Shankar Bhattacharya (Encyclopaedia of Philosophy volumen XII) numerosos satélites surgieron a partir de esta fórmula clásica de Patanjali. Pero todos reconocían a Patanjali y presentaban sus variantes, que de una forma u otra estaban conectadas con las ideas básicas y la ideología del yoga. Sin embargo, durante la última pandemia el yoga se ha convertido en algo irreconocible. Los profesores depredadores andan sueltos y existe la posibilidad de que perdamos el yoga por completo.
MI SUEÑO Y LAS FÁBRICAS DE YOGA
Para mi absoluto pavor, en mi sueño vi a un viejo maestro yogui convertido en estatua de cera, lista para posar en un museo de Madame Tussauds. Me puse a sudar ante semejante e inflamable figura de cera de un yogui, si bien al despertar me di cuenta, para mi alivio, de que las cosas no estaban tan mal: el yoga sobrevivirá porque posee una fuerza intrínseca descomunal.
Por todo el mundo prolifera el negocio en torno al yoga. Desde el equipamiento hasta la ropa de diseño para practicarlo, este negocio es enorme, las cifras de dinero que mueve son mareantes y seguirá creciendo. Así que tendremos un yoga de fábrica y, quién sabe, bots y robots para dar clases de yoga. La moda dicta sus tendencias.
LLEGAN LOS ROBOTS/PROFESORES BOT
En efecto, lo creas o no, todo un ejército de bots se está preparando. Pregunta, si no, a Elon Musk y a sus colegas. Con los profesores de yoga reclamando salarios más justos bajo el amparo de sus sindicatos, quién sabe si no se llegará a contratar a robots para impartir esas clases de yoga mecanizadas.
¿Acaso Aldous Huxley, el autor de “Un mundo feliz”, tuvo una premonición sobre todo esto? Si es así, dispondremos de un profesor-bot cuya altura, peso, cintura y contorno de pecho se hallen perfectamente estandarizados. Démosle un par de cucharadas de aceite de mostaza y estará listo para el trabajo de toda la semana. Disculpen la ironía.
Si prestas atención a la genialidad de Huxley, prepárate para la aparición de esta nueva clase de profesores de yoga. Yo, por mi parte, me he enrolado como profesor en un futuro centro de yoga en Marte. Allí aún aceptan veteranos de los de toda la vida, según oí decir a unos bots.
Harold Sequeira
Maestro de Yoga. The Yoga Institute. Bombay, India
Traducción: Juan Felipe Molina