Un misil francés alcanzó de lleno el local donde yo enseñaba yoga en pleno centro de Beirut, la capital del Líbano, convirtiéndolo en escombros. La escena era sobrecogedora. Los cristales, decorados con bellos motivos árabes, estaban destrozados.
Las ventanas, talladas en antigua madera de cedro libanés, habían sido pasto de las llamas provocadas por la explosión del misil, que también habían derretido los marcos de hierro. Todos mis libros habían quedado reducidos a cenizas, y las fichas con mis notas sobre los Yoga Sutras, laboriosamente escritas a mano, estaban destruidas.
Mientras contemplaba semejante desolación, recordé el texto del Samkhya Karika 64, aquel que dice que nada me pertenece. Y entonces comencé a repetir estas palabras sin cesar, una y otra vez, así hasta que logré sobreponerme al tremendo impacto del cambio. Después, puse en un pequeño bolso las pocas pertenencias que pude recuperar, abandoné las ruinas de lo que hasta poco antes había sido mi hogar y me encaminé en busca de otro lugar donde vivir. De este modo me convertí en un refugiado de la guerra civil del Líbano. Iba sin un céntimo en la cartera. Era el año 1976.
Otro escenario, otro lugar
Habían pasado sólo unas semanas desde la explosión cuando, tras responder a un anuncio en un periódico de Santander, recibí una oferta de trabajo como profesor de yoga en aquella ciudad. Acepté al instante.
Todo iba a cambiar: una cultura diferente, gente diferente, un idioma diferente, comida diferente... Un cambio continuo: Beirut era la destrucción y ahora comenzaba en mi vida una nueva construcción. Toda la materia estaba cambiando de forma. La adaptación era el nuevo lema, la transformación era el nuevo enfoque.
La bendición de Sai Baba
Ya establecido en España, viajé durante mis vacaciones hasta Puttaparthi, en la India, donde fui recibido por Sai Baba. Cuando le hablé de mi trabajo como profesor de yoga en España, él hundió su mirada en la distancia, proyectó su energía y me dijo: “Bendigo tu trabajo. Tendrás éxito allí”.
De regreso a España, emprendí una gira por el norte del país, después por el centro, más tarde por el sur y luego por el noroeste. Todos los recintos donde di charlas de yoga se llenaron. También se llenaron las clases que vinieron después.
Formé a un grupo de entusiastas sadhakas que me ayudaron a difundir el yoga por todo el país. Juntos elaboramos un plan para abrir dos nuevos centros de yoga cada año, y esta tarea se prolongó durante más de treinta años. Toda la materia había cambiado de forma, y con esta transformación llegó el éxito.
El viaje interior
Mi gurú, Shri Yogendra, me dijo hace casi cuarenta años que todo me sería propicio. En lo externo, yo había recorrido el mundo enseñado yoga en una docena de países. Y entonces, todo iba a cambiar de nuevo.
Hubo una llamada desde lo más profundo e íntimo de mis ser, una llamada procedente del alma. Mi mundo interior se abrió y, a continuación, llegó el éxtasis. Toda la materia se había transformado, y este proceso me había ayudado a adquirir experiencia y a liberarme de las ataduras de esa misma materia. Había alcanzado una menor dependencia respecto de las personas y de lo puramente material: posición social, posesiones, fama, éxito, opiniones ajenas… Todo eso quedaba ahora en un plano secundario y carecía de relevancia. Y entonces supe que, en efecto, había llegado a mi hogar: que había llegado al Alma.
Prácticas de Yoga que pueden ayudarte
- Asanas de estiramiento simple
- Pranayamas, los de tu elección y que más se adecúen a tu condición
- Relajación en Savasana
- Prácticas psicosomáticas, como Nispandabhava
- Prácticas de Dharana, como Trataka
- Dhyana, haciendo meditación sobre tu alma
- Samadhi, con absorción en Dios (Yoga Suytra 1.27)
No olvides ejercitar tu Karma-yoga, así como escribir tus memorias, compartir tus experiencias de yoga y anotar, punto por punto, los cambios importantes que sucedan en tu vida.
Harold Sequeira
Maestro de Yoga. The Yoga Institute. Bombay (India)
Traducción: Juan Felipe Molina
