Una de las grandes virtudes que tienen nuestros vecinos italianos es la capacidad de hacer las canciones más románticas y emotivas del mundo. Es cierto que el idioma les ayuda mucho en cuanto a musicalidad y dulzura, pero esa ñoñez innata que tienen y la falta de complejos para expresar emociones les hace únicos en el desempeño de tal labor.
Si pensamos en canciones y artistas pop, se nos vienen a la mente títulos y nombres como "Ti amo", "Con te partiró", Laura Pausini, Umberto Tozzi, Eros Ramazzotti... Sin embargo, ¿Qué ocurre con la música clásica? Desde el surgimiento de la ópera en Florencia a finales del siglo XVI, compositores y libretistas de todos los países has utilizado el idioma de la música para contar al mundo las grandes pasiones, tragedias y desfachateces del mundo del corazón y hacer de ellos todo un espectáculo.
Algunas de las arias más famosas de todos los tiempos son el vivo reflejo de los más profundos sentimientos humanos y están cargadas de dramatismo. Podemos citar, por tomar algún ejemplo, "E lucevan le stelle", de la ópera "Tosca" compuesta por Puccini o "De' miei bollenti spiriti" de "La traviata" de Verdi.
Con la llegada del siglo XX, el público y la música culta fueron alejándose cada vez más por la industrialización y su consiguiente cambio de modo de vida, la aparición de nuevos aparatos en los hogares que ofrecían una más rica y variada oferta de ocio para el primero y la especialización y cada vez mayor complejidad de la segunda. Esa ruptura provocó que el lenguaje musical se aventurara a explorar cada vez más nuevas sonoridades capaces de evocar otras pasiones humanas (y extrahumanas) más allá de los sentimientos primarios y surgieran obras de gran calidad que no llegaban a ser comprendidas por el gran público, el cuál prefería seguir disfrutando de la música del pasado y centrarse en canciones ligeras.
En esta ocasión me gustaría hablaros de un italiano que fue uno de los grandes referentes de la música culta del siglo XX y que aunque a priori pueda parecer bastante alejado de la sonoridad a la que está acostumbrado el gran público, tiene una pequeña pieza que es sin duda una de las más bellas y sublimes interpretaciones de ese sentimiento tan básico y necesario que es el amor: Luciano Berio
Luciano Berio nació en Imperia en 1925 y su música está ligada a la experimentación con técnicas extendidas instrumentales y la música electrónica. Su concepción de la música está emparentada a la teoría crítica, al igual que su amigo y lingüista Umberto Eco, conocido por ser el autor de "El nombre de la rosa".
Berio inició sus estudios musicales con su abuelo y su padre, ambos organistas. Tras ser reclutado para la Segunda Guerra Mundial, donde sufrió una herida en la mano que le llevó a abandonar sus estudios en el conservatorio de Milán y dedicarse a la composición.
En 1951 viajó a Estados Unidos donde conoció a compositores de la talla de John Cage, Pierre Boulez, Ligeti o Stockhausen y regresó a Italia en 1972, llegando a ser director de la sección de electroacústica del IRCAM de París y creando una entidad similar en Florencia, llamada Tempo Reale.
A lo largo de su trayectoria recibió distinciones como el premio Ernst Siemens, el premio Fundación Wolf de las Artes o el cargo de presidente y superintendente de Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma.
La pieza "E Si Fussi Pisci", estrenada en 2002, fue una de sus últimas composiciones. Tal y como se puede apreciar, la aparente sencillez con la que está escrita la convierten en una pequeña joya musical que describe a la perfección lo que es el amor. Al fin y al cabo, como dice Ferro en una de sus canciones más populares, "L'amore é una cosa semplice"....