Tras la oscuridad, las luces de la esperanza

Por Fernando Romero

Esta puede ser la crónica de un día a día en la localidad de Puertollano, que no deja de ser un calco de lo que pasa en el resto de España. Cuando quedan escasos dos minutos para que sean las ocho de la tarde, el ruido de las puertas de los balcones y de las ventanas de las habitaciones empieza a sonar al unísono. Todos preparados. Llega el momento más emotivo del día, sin duda alguna.

Los primeros aplausos empiezan a sonar. De primeras pocos y tímidos. Con el paso de los segundos, los decibelios aumentan. Ya van saliendo más manos que aplauden con ganas, con intensidad, con la firme intención de que su sonido llegue lo más lejos posible. Cada vez son más los que se suman a esta sencilla pero preciosa y emotiva iniciativa. Algún grito de “ánimo” se cuela entre los aplausos, mientras otros utilizan la luz de su teléfono móvil para proyectar esa luz que no deja de verse como un motivo de esperanza en esta guerra contra el coronavirus.

Ese momento fortalece. Ese momento gratifica. Ese momento te hace estar seguro que se ganará esta batalla. Sin duda. Y, de repente, cuando el ritmo e intensidad de los aplausos va disminuyendo porque toca de nuevo entrar en casa, aparecen unas luces de un coche de policía acompañado de toques de sirena. Unas luces que sirven para dar luz a la oscurecida plaza. Ese gesto, acompañado de un mensaje de ánimo desde el coche de policía asegurando que “vamos a conseguirlo” hace que, de nuevo, los aplausos vuelvan a ser más fuertes, y que los que ya se habían metido en casa vuelvan a asomarse para unirse y provocar ese necesario estallido que te da aún más confianza, más seguridad. Porque ahora es cuando más se necesita esa seguridad. Y juntos, como cada día a las ocho, se va a conseguir. “SÍ SE PUEDE”.