Todos cómplices

Son las 16:08 del Viernes, 26 de Abril del 2024.
Todos cómplices
"Ojos que no ven, corazón que no siente"
                                                           Proverbio castellano
 
 
En estos últimos días los que todavía pensamos que, según la teoría del caos, “el aleteo de una mariposa en Puertollano podría provocar un huracán en el Golfo Pérsico”, hemos tenido una buena noticia: la concesión del premio Nobel de la Paz al ginecólogo congoleño Denis Mukwege ex aequo con la iraquí Nadia Murad, víctima de la violencia sexual del DAES.
 
El Comité del Nobel, en este caso, ha premiado a las personas comprometidas y no a las que están bajo el amparo de las instituciones o de los gobiernos. En mi opinión el Nobel muchas veces cuestionado ha ganado en credibilidad. Detrás de las personas anidan las ideas, los sentimientos y las acciones sin contaminación ideológica o corporativa. Una invitación al compromiso de otra gente que lucha en el mundo porque la paz, la justicia y la solidaridad se conviertan en valores de ejercicio cotidiano y no en fuentes de frustración cuando se proyectan en horizontes utópicos. Gracias Nadia Murad. Gracias Denis Mukwege, sois modelos a seguir para los que, desde el lugar que ocupamos en la sociedad, combatimos la injusticia, la perversión y la violencia.
 
Dicho esto, quiero detenerme en una parte del discurso de Denis Mukwege que me parece que no ha tenido la suficiente repercusión. El Dr. Mukwege ha puesto el dedo en la llaga sobre  los problemas que aquejan a una gran parte del continente africano y por consiguiente a la miopía del discurso migratorio que los dirigentes de los países occidentales utilizan para que, en el fondo, nada cambie. ¿Miopía o ceguera cómplice quizás? Dice el proverbio castellano que: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Es decir, no se sufre por lo que no se sabe. Sin embargo la justicia nos dice que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Todos somos responsables, por acción o por omisión, por conocimiento o por ignorancia. En este sentido, hemos sabido últimamente que somos cómplices de las muertes atroces de la guerra del Yemen. Evidentemente renunciar a ello costaría la credibilidad de nuestro sistema ante las potencias en guerra y por consiguiente el hundimiento de nuestra industria armamentística. Caro precio a pagar para luchar contra la guerra. 
 
El Dr Mukwebe, es un ginecólogo que se ocupa desde hace años de la reconstrucción de los órganos genitales de mujeres y niñas cuando son violadas y utilizadas como arma de guerra. En  su obra social nos aporta el conocimiento necesario para que la población mundial movilice su conciencia y se comprometa a que la situación pueda empezar a cambiar desde su raíz: el capitalismo salvaje con el que nuestras multinacionales explotan los recursos naturales y humanos de los países pobres, la corrupción de las clases dirigentes, la complicidad perversa de los estados y la pretendida ignorancia de los que disfrutamos de los bienes de consumo.
 
Nuestros dirigentes plantean que para solucionar el problema de la emigración ilegal que asalta nuestras costas desde el Magreb o el África Subsahariana hay que “ayudar en origen”. Llevan razón pero el método propagandístico con el que nos venden esta medida demagógica anula toda pretendida eficacia. Todos dicen lo mismo y sin embargo nada cambia. Muy al contrario, el problema es cada vez mayor ¿Será que no hay solución? Este principio se ha inoculado de tal modo en nuestro subconsciente que ya forma parte de nuestro código genético. No sé si hay o no solución lo que sí que parece cierto es que nosotros, los de a pie, no podemos hacer nada. Sigamos pues consumiendo, rezando, votando y escavemos más la fosa de nuestra complicidad.
En homenaje al Dr Denis Mukwabe y con el fin de participar modestamente a la difusión de su mensaje, traduzco a continuación una parte de su discurso para nuestros lectores de La Voz de Puertollano. El resto vale mucho la pena leerlo, aunque el valor es imprescindible ya que los testimonios son desgarradores.
 
“…Me llamo Denis Mukwege, vengo de un país que está entre los más ricos del planeta. Sin embargo, el pueblo de mi país se encuentra entre los más pobres del mundo. La realidad desconcertante es que la abundancia de nuestros recursos naturales: oro, coltán, cobalto, artilugios y otros minerales estratégicos que se utiliza en microelectrónica, telecomunicaciones y en la industria aeroespacial y que alimentan la guerra, fuente de la extrema violencia y de la pobreza extrema que sufre la República Democrática del Congo. A todos nos gustan los coches, las joyas o los artilugios. Yo mismo tengo un Smartphone. Estos objetos contienen minerales que se encuentran en nuestro país. Con frecuencia extraídos en condiciones inhumanas por niños y jóvenes que son víctimas de intimidación y de violencia sexual. 
 
Cuando conduzcáis vuestro coche eléctrico, cuando utilicéis vuestro Smartphone o cuando admiréis vuestras joyas, reflexionad un solo instante en el  costo humano de la fabricación de esos objetos. En calidad de consumidores lo mínimo que debemos  hacer es insistir para que esos productos sean fabricados respetando la dignidad humana. Cerrar los ojos delante de este drama es ser cómplice.
 
Con este Premio Nobel de la paz hago una llamada al mundo a ser testigos y les exhorto a uniros a nosotros para poner fin a este sufrimiento que son una  vergüenza para la humanidad.
 
Los habitantes de mi país necesitan desesperadamente la paz. Pero: ¿Cómo construir la paz sobre fosas comunes?  ¿Cómo construir la paz sin verdad ni reconciliación?  ¿Cómo construir la paz sin justicia ni reparación? 
 
En estos instantes un informe oficial se está pudriendo en algún cajón de un despacho de Nueva York. Fue  elaborado tras una investigación profesional y rigurosa sobre los crímenes de guerra y la violación de los derechos humanos perpetrados en el Congo. Este informe nombra explícitamente a las víctimas, los  lugares y las fechas pero elude nombrar a los autores de tales atrocidades. Este informe llamado proyecto Mapping establecido por el Alto Comisionado de Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos describe alrededor de 617 crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y quizás también crímenes por genocidio.
 
 
¿A que está esperando el mundo para que estos crímenes sean reconocidos? No hay paz duradera sin justicia y la justicia no se puede negociar. Tengamos el coraje de adoptar  una visión crítica e imparcial sobre estos acontecimientos que reprimen desde hace ya demasiado tiempo la región de los Grandes Lagos. Tengamos el coraje de revelar los autores de los crímenes contra la humanidad para evitar que continúen a sumergir en el luto a esta región mártir. Tengamos la valentía de reconocer los errores del pasado…”  
Miguel Marset