Carta a Ramón Merino, poeta, en memoria

Son las 22:01 del Viernes, 26 de Abril del 2024.
Carta a Ramón Merino, poeta, en memoria

     Querido Ramón:

   

     Finalmente, la muerte se ha salido con la suya. Siempre lo hace, como sabemos, y se lleva por delante a todo bicho viviente. Lo que quiero decir es que en tu caso la muerte te ha arrebatado demasiado pronto, cuando tanto cabía esperar de ti como persona y como escritor de versos. Qué voy a decir de ti como persona que no te sonroje, qué decir que no rechaces como si fuera un cumplido excesivo. Admite, al menos, que eras un tipo legal, de los que siempre dan lo mejor de sí mismo. Admite que eras un hombre bueno, bueno con todos: con tu mujer, Ángela, con tus hijas, Cora y Nekane, con tus viejos y nuevos amigos, con el batallón imberbe del taller “Vivamos las letras”, conmigo, que solo te di lo que merecías y tanto me agradeciste. Tú sabes, Ramón, que hoy ya no se llora la muerte ni de los parientes cercanos, así que cómo se va a  llorar la de un amigo. Pues tienes que saber que la tuya la ha llorado mucha gente. Sencillamente porque la noticia nos ha traído el recuerdo de tu imagen luchadora y cariñosa, el recuerdo de que en los concurridos actos de las presentaciones de tus libros no estrechabas una sola mano, todo eran abrazos a diestro y siniestro, nadie se quedaba sin el suyo. Este es el galardón que en estos momentos de ausencia lucimos con orgullo. 

     Qué voy a decir de ti como poeta. Algunas cosas he dejado escritas en los prólogos de “Tres segundos” y del inédito “Tu amor en medio del caos”. En esta ocasión, en esta carta personal, quiero cambiar el tono, hacerlo menos formal, más íntimo. Te aseguro, sin lugar a dudas, que eres  poeta, lo que hace innecesario añadir que eres un buen poeta, porque en esta cuestión el sustantivo siempre implica el calificativo: el poeta siempre es buen poeta. Te imagino, tras escuchar esta afirmación, quedarte en suspenso en demanda de que aporte los motivos que la avalan. Aquí van: leyendo tus versos resulta natural identificarse con ellos, ponerse en tu lugar, albergar los mismos sentimientos que tú trazas en tus poemas. Sentimientos que configuran los valores más auténticos del ser humano, aquellos que figuran en los epitafios de las mejores personas. Por medio de tus versos has logrado dibujar el rostro más heroico de tu lucha contra la enfermedad, de modo que nos has ayudado a que despreciemos nuestras miserias cotidianas porque son indignas de compararse con tu batalla. Son, Ramón, tus versos, palabras sencillas, de las que vienen de primera mano a la memoria. Son tan sencillas y, a la vez, tan exactas, que se requiere una gran maestría para manejarlas. La buena literatura tiene el sello de autenticidad en la sencillez. Tu poesía, amigo, te presenta siempre en una posición envidiable: la del hombre en soledad acompañado de su mundo interior. A qué más se puede aspirar que a vivir en compañía consciente y enriquecedora de sí mismo.

     La muerte no se ha andado con chiquitas contigo. Se ha tirado al cuello, como hacen los felinos con sus presas. Ha ido donde es más eficaz. Cáncer de garganta, sólo decirlo provoca escalofríos. Y tú te plantaste frente a ella con el firme propósito de resistir hasta el final, de no volver nunca la cara. Has luchado contra un enemigo tan despiadado desde 2011, sin tregua. Operación tras operación, tratamiento tras tratamiento. Perdiste el habla y la recobraste. Recaída tras recaída, siempre decías que estabas mejor. Y resultabas convincente porque tú lo creías, y nos quitabas un peso de encima. Seguro que llevabas la procesión por dentro y que has soportado un sufrimiento terrible pero ante la vista de los demás siempre te mostrabas con una serenidad ejemplar.

     Puedes tener la seguridad, querido Ramón, de que todos los que hemos leído tus versos los recomendaremos. No por hacerte un favor sino porque se lo merecen. Porque no es moneda de uso corriente encontrar una sinceridad y hondura semejante. Hay que hacer lo necesario para que tu poemario inédito “Tu amor en medio del caos” vea la luz. Culmina, tras “Lágrimas en el papel (Cara a cara con el cáncer)”, “Historias a media voz (130 susurros)” y “Tres segundos” una tetralogía con una unidad de pensamiento palpable: tu lucha contra el dolor de la enfermedad y tu fortaleza frente a los retos de la vida. “Tu amor en medio del caos” supone otro jalón en tu trayectoria poética. Desgraciadamente, el último. Consolida tu voluntad de poetizar una realidad adversa. Confirma tu elección estética contraria al artificio, a los juegos florales. Tus textos prescinden de la rima y están dotados de un vocabulario contundente, de gran fuerza expresiva, que tiene como rasgos definitorios la sencillez y, sobre todo, la sinceridad. Cada verso resulta creíble porque responde a una experiencia real que es narrada de modo que todo el mundo la entienda y la comparta. Con qué firmeza, Ramón, gritas tu voluntad de seguir adelante, de no doblegarte: “no coseré mis labios / no bajaré los brazos / no plegaré mis alas”. Toda una declaración de intenciones que pone en valor la frase de Rilke “Quién habló de victoria, resistir es lo que importa”. Los que hemos tenido el privilegio de conocerte no albergamos la menor duda de que tu voluntad ha tenido como componente esencial  la resistencia. Y tras la resistencia, aguarda con los brazos abiertos la victoria. Tú ya la has logrado y por ello has de considerarte dichoso.

     Este podía ser un buen final para mi carta. Pero no te gustaría. No querrías que terminara hablando de ti. Conozco la respuesta a la pregunta ¿cómo quieres, Ramón, que termine esta carta? Dirías: “Habla de Ángela”. Tu esposa. Tu amor. Tu compañera. Tu apoyo indesmayable. Ángela, siempre a tu lado. ¡Cuántos poemas le has dedicado! Más que a ningún otro asunto. Tus mejores versos siempre la han tenido a ella como destinataria. Ella ha alimentado tu esperanza, ha ahuyentado tus temores. Quizá tenías la premonición de que este sería tu último libro y has convertido  a Ángela en la protagonista de su título: “Tu amor en medio del caos”. Le dices: “Ya ves, aquí sigo / donde mis sonrisas se espabilan / con el ruido de tus alas…” Ese aleteo seguirá vibrando para que tú, querido Ramón, lo sigas percibiendo allá donde te encuentres.

 

     Un fuerte abrazo.

Eduardo Egido Sánchez