El buen camino no hace sino adaptarse a la sinuosidad del paraje, como el arroyo en la garganta que baja y baja escalones de sierra, como el musgo que se adhiere al tronco y a la superficie de la piedra.
El buen caminante no hace sino atender las sugerencias del paisaje. La Naturaleza es sugerente pero abierta. Tan abierta, que para cien caminantes tiene cien sugerencias. Tan diferente, que en nada se parece a quienes pretenden satisfacer con su Verdad nuestra existencia.
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