La Radio: Terapia contra la soledad

Son las 15:01 del Sábado, 27 de Abril del 2024.
La Radio: Terapia contra la soledad

 

Por Lourdes Carrascosa Bargados

 

En los años 50, 60, 70, la vida era muy diferente de la actual. La tecnología no formaba parte de nuestro día a día, pero si había un elemento, que al menos en mis recuerdos, está conmigo desde siempre: la radio.

Conservo en mi casa las dos primeras radios de mi vida.

La de madera y creo que de válvulas, era la que había en el taller de Luisíta, amiga de mi madre y a la que yo he considerado siempre como una tía.

Ella era una magnifica modista y, desde que yo era un bebé, mi madre bajaba mi moisés al taller cuando salía a recados o iba a ayudarle en costura o bordados y allí, siempre estaba encendida la radio.

Mi primer recuerdo debe corresponder con mis tres años. Ponía gran atención a los cuentos dedicados y, no sé si fue verdad, o me lo hicieron creer, pero un día el cuento estaba dedicado a Lourditas, diminutivo con el que yo era diferenciada de mi madre. Guardo ese momento entre los más bonitos que recuerdo, por la emoción de sentir que en la radio hablaban conmigo.

El otro aparato es un Philips de baquelita. En mi casa familiar la vida se desarrollaba en la cocina. Supongo que debido a que era el lugar de la casa más caliente, gracias a la cocina económica que diariamente encendía mi madre, con sus papeles de periódico, astillas y carbón. Allí, en una repisa, estaba instalada la radio. Comidas y cenas iban acompañadas de su sonido y de distintos programas.

Los míos eran Matilde, Perico y Periquín, los cuentos y discos dedicados. Todavía puedo recordar el comienzo del programa: “La sociedad española de radiodifusión presenta, con el cuadro de actores de Radio Madrid” y el anuncio del patrocinador: “Es el Cola Cao, desayunos y meriendas….”.

Mi padre nos obligaba a estar en silencio en las comidas, ya que él quería escuchar “El parte”, que era como se llamaba el noticiario de antes y sus favoritos de toda la vida Carrusel Deportivo, Cabalgata fin de semana con Bobby Deglané y los programas de Pepe Iglesias El Zorro.

En las tardes, compartía ratos de novelas con mi madre como Ama Rosa, que yo no entendía muy bien, pero me parecía una historia muy triste.

Tengo recuerdos de las noches escuchando todos muy atentos la música de “Ustedes son formidables”, con Alberto Oliveras en Radio Madrid. Las lágrimas rodaban por nuestras mejillas oyendo los sufrimientos de las personas y como se lograban resolver sus dificultades con la solidaridad de todos los oyentes que aportaban pequeñas cantidades de dinero, en una época en la que la mayoría estábamos escasos de todo, pero se conseguía una prótesis para una pierna, dinero para una canastilla, pagar una operación o adquirir las medicinas para los que narraban sus penas.

La radio fue acompañando mi vida en las diferentes etapas. Ya en mi adolescencia no existía Spotify, pero me habían regalado un pequeño transistor de bolsillo, de color verde pistacho, donde yo escuchaba siempre que podía los cuarenta principales, con Joaquín Luqui, mi iniciación a la música.

Y, edad tras edad, la radio ha formado parte de mis días.

Siendo ya una mujer trabajadora, tuve la oportunidad de participar como colaboradora en diversos programas divulgativos de psicológica, por lo que tuve acceso a la Radio de Puertollano y a personas como Santos Alonso, Víctor Morujo, Loli Alonso, Juan Bautista Serrano, Benjamín Hernández y Juanma Romero, magníficos profesionales que han acompañado nuestro quehacer cotidiano y nos han tenido al día de la vida de nuestra ciudad.

Con ellos pude ver la radio desde el interior y descubrí lo maravilloso de su profesión y de la preciosa experiencia de poder comunicar con los oyentes a través de las ondas.

Estando una vez por el Valle de Alcudia, en concreto en la finca donde hubo una encina milenaria, ya desaparecida, al pedir permiso para pasar a verla, el señor que estaba trabajando en la finca, me dijo que me conocía por mi voz, que me escuchaba siempre en la radio y conocía mi programa. Son las sorpresas que trae este extraordinario medio radiofónico, que miles de veces se decía iba a desaparecer por la llegada de otros visuales, pero que sigue más vivo que nunca.

En la actualidad, es lo primero que enciendo al levantarme cada mañana. Además de ponerme al día de la acontecido, tanto nacional como local, me hace sentir acompañada. Es como si con la radio encendida y escuchando las voces de locutores y comentaristas, hubiera alguien en mi casa y formaran parte de mi familia.

La radio se escucha pudiendo continuar con tus tareas con ella encendida y por su manera de relacionarse con nosotros. Es una excelente terapia contra la soledad, sentimos que tenemos a alguien al lado, que nos acompaña, nos une con una especie de cordón con los locutores y locutoras, a los que quizás no conocemos en persona, pero que somos capaces de identificar en cualquier lugar por su voz.

Mi agradecimiento a tantas voces amigas, que me han evitado muchos ratos de soledad y un consejo: “escucha la radio”.